Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
Sabíamos que la fruta está cara, pero ¡6 millones de euros por un plátano! ¿A dónde vamos a llegar? Un plátano que tampoco nadie garantiza que sea de Canarias. Un plátano apátrida, sin denominación de origen. Quizás, ni siquiera un plátano, sino una banana. De esas que no saben a nada y que maduran en un contendor en su migración desde las Américas a Europa en la búsqueda de un futuro económico más prometedor. Sí, más prometedor, pero incomparable con el que ha encontrado el plátano de Maurizio Cattelan pegado en una pared con cinta americana. Seis millones doscientos mil dólares ha pagado por él en una subasta un empresario chino al que le sobra el dinero y quiere donar la obra a Elon Musk para potenciar la misión SpaceX. De la que hasta ahora desconocíamos que estaba escasa de frutas. Queda por aclarar qué tipo de ayuda prestará el plátano. Si su objetivo es que los futuros astronautas puedan disfrutar de fruta fresca pegada en las paredes de sus naves espaciales, o si lo que se pretende es que puedan reflexionar, en las largas horas de soledad espacial, sobre la fugacidad y el sentido del vacío que dejará en sus vidas contemplar cómo, el plátano, primero madura y luego se pudre. Como cualquier cosmonauta lanzado hasta el infinito y más allá sin la hipervelocidad de Star war. Qué sabe nadie. Pero el experimento merece la pena, aun a riesgo de que un astronauta desaprensivo lo considere la mejor opción de postre y termine engulléndolo. Posibilidad que nos obliga a preguntarnos si, llegado el caso, será posible la restauración de la obra de arte. ¿Qué condiciones deberá cumplir la nueva pieza de fruta para que la creación del artista no pierda su esencia? ¿cuál será el profesional capacitado para tan delicada misión? ¿el propio artista, otro creador, un frutero o quizás un mecánico por aquello de la cinta adhesiva? No son banales las preguntas porque sus respuestas conllevan consecuencias para el común de los mortales que todavía podemos comprar plátanos a 2,5 euros el kilo. Y es que no podemos dejar de preguntarnos, si pego uno de los plátanos que acabo de traerme del súper en la pared del salón de mi casa ¿seré acusado de falsificación o me multará Hacienda por no declarar un incremento patrimonial de seis millones de dólares? Y si lo declaro ¿me inspeccionarán al sospechar de mi creciente fortuna? ¿Y si en lugar de un plátano pego un mango, para despistar?
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