Salvador Merino
Siria en vilo
Entre el 5 y el 10 de junio de 1967 tuvo lugar la conocida como “guerra de los seis días”, que enfrentó a Israel contra Egipto, Siria, Jordania e Iraq a la vez. Los efectos sobre estas 4 naciones fueron devastadores y la perdida de territorio en ellas a favor de los judíos les mostró que la inteligencia militar era más estratégica que su radicalidad religiosa. Hoy asistimos a una operación relámpago, de similares características a la anteriormente recordada, que ha permitido a los rebeldes sirios conquistar su país en apenas doce días. Parece que, visto lo visto, las guerras de desgaste han dejado de tener sentido, pero ¿habrán aprendido algunos la lección?
El frágil equilibrio entre sunníes y chiíes, en los países musulmanes, es cada día más inquietante. Haber mantenido en Siria una dictadura despótica, representante de una facción minoritaria del islam en ese país como es la sunnita, era muy difícil salvo que el terror más absoluto fuese su único programa electoral. Tras la toma de Damasco, y el descubrimiento de los horrores aparecidos en la prisión de Sednaya, es complicado para algunos países seguir justificando el apoyo a Al Asad. Pero la verdad ha surgido de las entrañas de esa cárcel donde se torturó, asesinó y destruyó a cualquiera que osara llevar la contraria al régimen autoritario baazista. Rusia e Irán tratan de mirar para otro lado, pero han sido cómplices y culpables del sometimiento a la población siria y de la agónica supervivencia, más allá de lo imaginable, de los últimos estertores de los herederos del nacismo en Asia.
Cabe pensar que la estrategia conjunta de Israel y Ucrania, apoyando a los rebeldes de HTS mediante su cobertura militar y económica, es ahora más creíble. La formación en el manejo de drones y el aprovisionamiento de armamento y tecnología han sido claves para una operación tan rápida y exitosa. Hoy Rusia ha perdido la confianza de los que se sintieran defendidos por la potencia bélica soviética, y esa muestra de debilidad en el panorama internacional es clave para entender su atronador silencio. De igual manera, Irán se ha convertido en una nación aislada de su propio entorno y sin apenas interlocutores internacionales. Porque, cuando el único país que se acerca a ambas naciones es Corea del Norte, deberían comprender que ni sus propios conciudadanos están ya dispuestos a dejarse inmolar por unos líderes tan desorientados.
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