Político en cien días
Antonio Vargas Yáñez
Susana’s revenge
Si coincidimos con el profesor Maximun Shameless en que el político profesional siempre verá la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio y que, antes de caerse del caballo, explicará que sus oponentes ruedan por los suelos, hay que reconocer que la expresidenta Susana Díaz no ha dejado de ser una política profesional, tal y como demostró hace unos días en una tertulia en A3.
Según su somero análisis, en el que algún momento se le observan formas cada vez más parecidas a las de Celia Villalobos, “el mayor problema del PSOE de Andalucía no es Juannma Moreno, sino el propio PSOE andaluz”. Tesis análoga a la sostenida hace días por su maestro Felipe González, que remachó con la afirmación de que “en tres años se ha descapitalizado” el partido y se ha “perdido mucho talento”. Que no será mentira, pero que no parece un problema de estos tres años, sino de más atrás, y que debería hacer que se preguntase por el interés que puede encontrar un profesional medio en participar en una organización carente de cauces de participación que hagan que las posturas adoptadas las sienta como propias. Quizás sea para eso para lo que propone “abrir las agrupaciones”, sin pararse a pensar, no ya en su falta de vida desde hace mucho más tiempo, sino en si no son un instrumento del siglo pasado con el que no se puede llegar a una sociedad eminentemente digital. Ella “lo ha pasado muy mal”, se ha “mordido la lengua” viendo gente que ha sido apartada por haberla apoyado en las primarias y como “el resultado ha sido una mayoría absoluta del PP en Andalucía”. Vayamos a hacernos daño si nos caemos del caballo. Su derrota tres años antes y la incapacidad de pactar con Ciudadanos no cuentan.
Por eso, ella no va a entrar en qué tienen que votar los militantes que le dieron la victoria a Juan Espadas porque “todo los que sucede conviene por algo, pasa por algo y no pasa nada”. Ni Marx (Groucho) lo hubiera expresado mejor. Eso sí, estos tres años han hecho del partido un lugar “que no es habitable ni respirable” donde hay que recuperar “la fraternidad y el respeto a los compañeros”, como en Esquerra Republicana. Donde solo llegan a un pacto con las minorías después de que ninguno candidato alcance la mayoría absoluta. No nos engañemos. Pero si eso quiere, inhabitable e irrespirable quizás no sean los mejores calificativos y no parece que el trato fraternal vaya a ser con Espadas.
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