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Una frase de Mariano Rajoy en el Foro La Toja ha sido muy utilizada. Se quejaba de la regulación de la UE para que el tapón de las botellas de agua esté adherido al envase. Un tuitero ingenioso, con una foto de Aznar y su mujer, citó sus palabras casi literalmente: “Un tapón pegado a una botella dificulta las cosas al que quiere generar bienestar y riqueza”. Felipe González había dicho que la polarización viene de arriba abajo y echó de menos un liderazgo político que no sea mercenario; o sea, que no piense sólo en su propio interés. Feijóo, allí presente, prepara otra cumbre de barones territoriales del PP, tras las críticas internas a su giro social sobre conciliación. Su propuesta de cuatro días ha sido repudiada por el estado mayor de Madrid DF, capitaneado por Isabel Ayuso, bajo protección de Aznar, presunto hombre tapón.
En junio, Rajoy presentó el libro de memorias de Antonio Hernández Mancha, primer presidente de los populares andaluces, titulado Secretos de mi partido. En el congreso de 1987 para sustituir a Fraga como presidente nacional de AP, Mancha arrasó: sacó 1.930 votos contra 729 de Miguel Herrero de Miñón, en cuya ejecutiva iba Aznar; mientras en la ganadora estaban Rajoy, Fernández Albor, Abel Matutes o Ruiz Gallardón, además de los gaditanos José Ramón del Río y Arias Cañete. Rajoy destacó de su gestión la educada ruptura de Mancha con la etapa anterior, la recuperación de las relaciones con EE UU tras el error de la abstención en el referéndum de la OTAN y la solicitud de ingreso en el Partido Popular Europeo abandonando a los euroescépticos conservadores británicos de Margaret Thatcher en el Parlamento Europeo.
Hernández Mancha fue uno de los más brillantes diputados del primer Parlamento andaluz. En la investidura de Escuredo, en 1982, siete años después de la muerte del dictador, llegó a decir que “la Revolución Soviética del 17 es un hecho justificado por la historia”. Aquel joven de 31 años, abogado del Estado, culto y gran orador, de flequillo indomable y enormes gafas de montura transparente no acababa de encajar en un partido conservador fundado por seis ex ministros de Franco.
En el libro hay secretos de enjundia, como el despido de Sanchís y Bárcenas que llevaban tesorería y gerencia en AP de manera ruinosa. Sanchís le llegó a ofrecer ocuparse de su patrimonio personal. Ambos reaparecieron en la dirección del PP en el congreso de Sevilla que invistió a Aznar como nuevo presidente en 1990. También hay chascarrillos. Cuando fue a Washington a reanudar las relaciones con el Partido Republicano, tras lo de la OTAN, el presidente Reagan abrazó entusiasmado a Alfonso Osorio, pensando que el jovencito que le acompañaba era un ayudante. También explica que Fraga quería presentar a Martín Villa a la presidencia de Castilla León en las autonómicas de 1987 y él se decidió por José María Aznar.
Mancha no fue un tapón para Aznar.
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