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El Partido Popular está haciendo todo lo posible, con sus socios europeos, para impedir que la ministra Teresa Ribera sea elegida vicepresidenta y comisaria ecológica de la Unión Europea. Busca su caída en desgracia para compensar la del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, a quien increíblemente arropa Feijóo en su decisión de no dimitir tras la catástrofe.
Ribera puede ser víctima de la inquina del PP, pero también lo es de sí misma. Del ejercicio malsano del poder político que comentábamos ayer. Ribera fue de número uno en la lista del PSOE al Parlamento Europeo con el firme propósito, de Pedro Sánchez y de ella, de aspirar más tarde a la Vicepresidencia de la Comisión Europea y recibir de Von der Leyen una comisaría muy poderosa. Salió elegida... en junio.
¿Qué ha hecho desde junio a noviembre? Seguir de vicepresidenta del Gobierno, pero trabajando menos o no trabajando en absoluto en su ministerio verde. ¿Sólo por el sueldo o por si se torcía en el camino su candidatura a la Comisión de la UE? No sabemos. El caso es que, como tantos otros de todos los partidos, no ha querido estar ni un día en el paro. Es gente que va de cargo en cargo y no concibe el servicio público sin fijeza y continuidad. Y también el salario público correspondiente. Así lleva Teresa Ribera cinco o seis meses, en los que, lógicamente, su cabeza y sus tremendas energías no estaban en su despacho vicepresidencial y ministerial.
Lo que ha pasado es que la ha castigado Dios (o, quizás, los elementos). Los elementos desatados sobre la Comunidad Valenciana, con sus terribles secuelas de muerte, destrucción y ruina, han retratado su ausencia de la política española. Se la ha echado en falta como máxima responsable de medio ambiente. Ha seguido la tragedia muy a distancia, retrasado su comparecencia en el Congreso para dar cuenta de la situación y la gestión (su jefe y amigo, Pedro Sánchez, tampoco ha comparecido ante los representantes del pueblo soberano y ha preferido ir a Bakú a hablar de los desastres futuros que causará el cambio climático antes que del desastre ya sufrido en Valencia) y algún departamento dependiente de ella ha errado sobre el origen de la riada más grave de la región.
Probablemente sea refrendada como comisaria porque el comisariado es fruto de un delicado equilibrio pactado entre conservadores, socialistas y liberales europeos, pero la mancha la lleva puesta.
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