La Rayuela
Lola Quero
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En el razonamiento inductivo hay una expresión humorística que dice: “Si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato”. Algo así debió pensar nuestra ministra de defensa, Margarita Robles, al analizar al mandatario venezolano: “Si parece un dictador, actúa como un dictador y amenaza como un dictador, entonces probablemente sea un dictador”. El problema es que tanta dosis de sinceridad se echa de menos en la política española actual, donde nuestro Gobierno es incapaz de aceptar los resultados electorales en Venezuela por temor a molestar…al dictador.
El paso adelante dado, tanto por el Congreso de los Diputados como por el Senado español, confirmando a Edmundo González como verdadero presidente y líder de Venezuela, es muy significativo y estratégico. Porque para Europa lo que nuestros parlamentarios opinen en este sentido sirve de guía para la acción del resto de las democracias occidentales. La próxima semana veremos, posiblemente, un duro comunicado contra la dictadura bolivariana y un refrendo definitivo al liderazgo de la oposición venezolana.
Ahora muchos tratan de matizar sus anteriores posiciones de simpatía por Maduro, ante la previsible caída del tirano, pero la democracia no es lugar para medias tintas. Aceptar los resultados electorales, especialmente cuando son desfavorables, son un claro signo de madurez democrática, y se encuentra en las antípodas de los movimientos para rodear el congreso que provocaron los socios bolivarianos en nuestro país. Por ello, los seguidores españoles que van quedándole a la dictadura venezolana son cada vez menos. Monedero y Zapatero deberían reflexionar si el daño que están haciendo a sus respectivas ideologías les merece la pena económicamente, porque está claro que políticamente no.
De nada sirvió esconder las actas electorales e intentar engañar al mundo entero, porque al final la verdad surge con luz propia. Negar a su propio pueblo dichas actas es un signo sumamente sospechoso de que todas las elecciones anteriores han podido ser fraudulentas, y él lo sabe. Nicolás Maduro es ya un mandatario superado por sus ansias de ambición y poder, que se aferra a un gobierno que no le pertenece por miedo a las impredecibles consecuencias de sus actos. Y, como bien decía la periodista Maruja Torres: “A las dictaduras les pasa lo que a las bicicletas; si se paran, se caen”.
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