El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Cuando me siento decaído busco un clásico o me doy un paseo por Filmin buscando y rebuscando. Entonces, sostengo el mando y me quedo embobado diciendo Eureka. Saborear una obra maestra es algo tan inefable como un paseo por las nubes. El film y el mensaje no pueden ser más actuales. La depravación, el odio, la venganza y las ganas de aniquilar siguen estando a la orden del día. Lo malo de estos tiempos es que las armas son más sofisticadas y hay otras, como sabemos, que son de destrucción masiva.
William Wyler es una de mis directores fetiche por su versatilidad. Y todo lo que hace, lo hace a la perfección. Otros de los grandes directores versátiles podrían ser Kubrick o Spielberg. Todo en ellos roza la excelsitud.
En The big Country, su título real, -no debemos confundir con “Horizontes lejanos”, otra maravilla-, G.Peck acude a Texas para casarse con la monísima y rubísima Carroll Baker. Peck es un hombre culto y educado. Todo un caballero que posee un loable código moral que choca con los groseros y salvajes hombres texanos. Peck es generoso, honesto y honrado, sincero, pacífico, cordial, culto y educado, y valiente. Su valentía nace desde el interior, sin alardeos ni fanfarronería. Y para colmo, guapo y delgado. Imposible sacarle ningún defecto a este señor. El poder de su moral cambia a un malvado, agresivo y envidioso Charlton Heston. Su amor cambia y se fija en la siempre bellísima Jean Simmons, cuyos principios morales coinciden con los del protagonista, que se va desenamorando de su prometida, contaminada por los bajeza moral de su padre y su entorno. Este se enfrenta a otro personaje, al padre de la familia Hannasey y a sus hijos rudos y depravados, se trata de Burl Ives, que le valió numerosos premios por su interpretación. Ambos padres han de enfrentarse y saldar muchas deudas pendientes desde años atrás. La moraleja no puede ser más evidente: el odio genera odio y muerte.
Todo un Western en el que no sabes quién es el malo de verdad. Si bien, Ives, dentro de su tosquedad descubre cierta honradez moral y hondura. Hasta el punto de matar a su propio hijo por ser la encarnación de la crueldad y la maldad. ¿Quién sería capaz de llegar a esta determinación? El duelo inevitable se salda con la muerte de ambos patriarcas.
Quisiera hacer un llamamiento a los docentes. Estas películas enseñan verdaderos valores humanos. En bachillerato habría que proyectarlas en algún momento del trimestre. Sobre todo cuando está concluyendo y ya se han hecho las evaluaciones. A los jóvenes hay que mostrarles que el mundo puede ir mucho mejor.
Wyler demuestra no solo su maestría como uno de los mejores directores de todos los tiempos, sino que se descubre como un verdadero pacifista y filántropo.
Volvamos la vista a los clásicos de vez en cuando y aprendamos lo olvidado.
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