El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Kamala Harris es una candidata a la presidencia a los Estados Unidos que tiene la difícil misión de sustituir en muy poco tiempo a un presidente demasiado veterano y sin las facultades necesarias para revalidar su mandato. De momento, ha conseguido una gran financiación de su campaña, el respaldo del partido demócrata y de sus principales líderes en tiempo record. El objetivo es definirse como la candidata del cambio en los Estados Unidos y ganar las elecciones a la presidencia. El debate de esta semana ha demostrado lo que ya se adivinaba en la campaña, que Kamala Harris es una candidata seria, bien preparada, que conoce bien la política norteamericana y la política internacional, que se defiende bien en los temas complicados como la inmigración y la economía, que es feminista y le preocupa la situación de la mujer en su país. De algún modo, es fiel a Joe Biden pero se presenta con un estilo de liderazgo distinto, por edad claro, y con una decidida vocación por el apoyo a las políticas sociales. El debate demostró su buena educación, su dominio de los temas y su capacidad de enfadar a su adversario, además de dar mensajes para sus votantes en un estilo opuesto a Donald Trump.
Trump representa un pasado conocido, que tiene muchos partidarios, del retorno a esa gran América que promete pero que es difícil creer que cumplirá –un primer mandato mediocre y conflictivo- y con esa trayectoria plagada de juicios, bulos, mentiras y amistades peligrosas –Putin, Orban, etc-, que representan más que una vuelta a un pasado glorioso sino un verdadero peligro a la democracia en América. Su reinado de la mentira tiene aliados nuevos, como Elon Musk, el conocido propietario de X (el antiguo twitter).
Frente a Trump, Kamala Harris representa una líder demócrata que intenta hacer políticas para ganarse a la maltrecha clase media norteamericana, además de ganarse el voto todos aquellos que no sólo no son trumpistas sino que pueden ser el apoyo de una nueva política. Su desafío simbólico es todavía mayor: ser la primera presidenta negra-india de los Estados Unidos. Obama inició el camino, ahora le tocaría a ella pero en un contexto de polarización extrema y con un situación de empate en las encuestas y en el que la victoria dentro de apenas dos meses se decidirá por no demasiados votos en los estados decisivos.
Kamala Harris gano el debate y se mostró empática pero sólida, sonriente pero respetuosa con un Donald Trump para el que los inmigrantes son los culpables de todos los males y también de comerse las mascotas en todas las ciudades de Estados Unidos. Sin embargo, esto no implica ganar las elecciones. Probablemente, Trump no acepte más debates en televisión. Kamala Harris tendrá que convencer a los americanos en lo que queda de campaña que es la presidencia del cambio. Ojalá lo siga haciendo como en el debate. Como en Casablanca, tócala otra vez, Kamala.
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