Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Leo una reciente entrevista que hacen a Manuel Jabois en El Mundo y afirma “nos hacemos viejos. No tengo whatsApp, pero por sms puedes tener algún grupito y tengo uno con [Juan] Tallón y [Rafa] Cabeleira. Yo ahora me levanto muy temprano, porque otra cosa de viejo es que no duermo más de seis horas, y muchos días resulta que estamos los tres despiertos a las 7:00, así que no queda más remedio que mandar un mensaje que lo resume todo: ‘estamos acabados”. Habla de la amistad, del paso del tiempo, de hacerte mayor, de la madurez, de literatura, de columnismo, de la vida. Me hace pensar en la columna que estoy escribiendo. Si miro a mi alrededor, veo un mundo desconocido y me dan ganas de enviar otro mensaje: “Estamos tocando el fondo”. Sí, esa frase y ese conocido verso de Gabriel Celaya conocido por todos. Mi mirada es la del asombro y la perplejidad ante una humanidad sin sentido. Me rebelo ante el pesimismo y busco la compañía de la razón, pero hoy estoy más cerca del desánimo ante el absurdo de las guerras que ante el frío análisis de las mismas.
La guerra de Ucrania ya ha superado los 600 días. Día tras día aumentan los muertos, así como las víctimas de la población civil. Los delirios expansionistas del nuevo zar Putin sumen al mundo en una larga guerra de desgaste en el que se ve todavía lejos algún tipo de solución negociada que dé fin al conflicto. Las consecuencias económicas del conflicto son de sobra conocidas.
La guerra de Hamás e Israel, que comenzó el pasado 7 de octubre, desestabiliza de nuevo Oriente Medio y establece un conflicto muy peligroso por sus consecuencias internacionales. El conflicto viene de lejos. El ataque de Hamás no puede justificar una estrategia de venganza de Israel sobre un crimen de guerra sobre la población palestina bajo el parapeto del apoyo occidental. No se puede cortar el agua y los alimentos. Hay una concentración muy alta de población en un territorio pequeño y se la puede someter a un sufrimiento inhumano. Mientras no existan los dos Estados debe de prevalecer el Derecho Internacional y, por tanto, priorizar los derechos humanos al derecho de defensa. Todo puede ocurrir si Netanyahu se deja llevar por sus deseos de revancha. Esto no sólo disminuirá la simpatía a la causa israelí si no como afirma John Gray, que “parte de la tragedia de este cruel conflicto es que supone un completo desastre para el proyecto de un Estado palestino”.
Lo peor de todo, es que como ha escrito Anne Appebaum, “no hay reglas” El “orden mundial basado en reglas” es un sistema de normas y valores que describe cómo debería funcionar el mundo, no cómo funciona realmente. “En el caso de Hamás no es un estado soberano, pero tiene el pleno respaldo de Irán, un estado soberano, y el financiamiento de Qatar, un estado soberano. Desde 2006, Hamás también ha sido el partido gobernante de facto en Gaza, un territorio autónomo desde la retirada israelí en 2005. Sin embargo, Hamás no se ve a sí mismo como parte de ningún tipo de orden. Los terroristas de Hamás no prestaron atención a ninguna ley moderna de la guerra, ni a ninguna norma de ningún tipo: al igual que los rusos, Hamás y sus partidarios iraníes (que también son aliados rusos) dirigen regímenes nihilistas cuyo objetivo es deshacer lo que queda del orden mundial basado en reglas, y poner la anarquía en su lugar. No ocultaron sus crímenes de guerra… Su objetivo no era ganar territorio o enfrentarse a un ejército, sino crear miseria e ira. Y lo han hecho, y no solo en Israel. Hamás tenía que haber previsto una represalia masiva en Gaza y, de hecho, esa represalia ha comenzado. Como resultado, cientos, si no miles, de civiles palestinos también serán víctimas”. Tristemente, premonitorio.
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