El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Conmovido está todo un país ante la tragedia nacional producida por esas aguas turbulentas que lo asolaron hace apenas tres días. La dana ha dejado 202 muertos en Valencia y en España un total de 205 de fallecidos, si sumamos las dos víctimas mortales registradas en Castilla-La Mancha y una en Málaga. Desgraciadamente, no serán las últimas. Probablemente, va a ser la gota fría más dramática de todas las conocidas tanto por el número de víctimas como por los daños provocados por esta catástrofe natural.
Sin embargo, aunque un país está unido frente a la tragedia. Algo está fallando. Si el primer día y el segundo día fueron los del dolor y la solidaridad con las víctimas y los de la admiración y el reconocimiento con los héroes desconocidos que forman parte de las historias de una catástrofe. Sin embargo, el tercer día ha sido el de la paradoja: por un lado, una solidaridad que se expresa en más de trece mil voluntarios que desean colaborar haciendo lo que sea –además de bomberos, policías y trabajadores de la limpieza de varios lugares de España- y, por otro, una ayuda oficial que ha tardado casi tres días en llegar-con la incorporación del ejército-. La realidad es durísima: 23000 personas está sin suministro eléctrico, 126 carreteras afectadas por el temporal, 39 carreteras cerradas y 80 kilómetros dañados y, sobre todo, muchas personas afectadas por la catástrofe que necesitan ayuda –agua, alimentos, etc-.
Es evidente que enfrentarse a situaciones excepcionales como ésta requieren una actitud política. La pandemia nos debía de haber servido como lección. Pero parece que hemos aprendido poco de todo aquello. Aquello fue un motivo más de hacer oposición para desgastar a un gobierno y no una situación excepcional que debía de haber sido aprovechada para establecer un consenso básico sobre en un tema de gestión sanitaria ante un problema de salud global y nacional decisivo que requería también coordinación consensuada entre el gobierno central y las autonomías. En este sentido Feijóo ha cometido un error y ha mostrado una actitud equivocada. Actuando en un papel que no le corresponde, como si fuera presidente del gobierno, atribuyendo la responsabilidad política de la gestión de la catástrofe natural a Sánchez, cuando sabe que el protagonismo de esa gestión corresponde al presidente de la Generalitat, que pertenece a su partido. Y, lo peor, utilizando una tragedia nacional como tema de oposición política.
Es evidente que Mazón ha cometido errores. El primero, suprimir la Unidad Valenciana de emergencias. El segundo, no prestar mucha atención a la alerta roja de la AEMET el día de la catástrofe, El día de la dana, la AEMET envió la alerta roja sobre las 9.41 horas de la mañana, mientras que el aviso a los ciudadanos para que se quedaran en casa se envió a las 20.03, cuando ya era demasiado tarde. Como presidente de la autonomía es el responsable de las emergencias y de la gestión de una situación como ésta, por tanto, el gobierno actúa a petición suya. Sobre él recae la responsabilidad política de la gestión de la crisis. En cualquier caso, no es ahora momento de explicaciones, sino de planes y acciones eficaces. La magnitud de la tragedia necesita un consenso entre ambos gobiernos para resolver lo mejor y lo antes posible todo lo sucedido.
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