Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
La ciudad y los días
Para dar gusto a José Bonaparte, que quería presenciar el desfile de las cofradías sevillanas, se presionó a las hermandades para que sacaran sus pasos a la calle en la Semana Santa de 1810. Solo lo hicieron tres. Se ve que, además del decaimiento que atravesaban las corporaciones impidiéndoles hacer estación todos los años, la mayoría no estaba dispuesta a exhibirse ante los invasores por mucha Ilustración pasada por la Revolución que trajeran con ellos. Cosa, por otra parte, que tampoco haría muy felices a los cofrades de la época, entre los que no debían abundar afrancesados y liberales. Y aún a muchos de estos no les hacía gracia que las luces y los derechos ciudadanos conquistados y reconocidos por la Revolución se impusieran por las armas, como le sucedió a nuestro Blanco White a quien le disgustaba por igual los invasores franceses y los absolutistas españoles: “Tuve bastante patriotismo –escribió– como para no unirme al partido afrancesado”. El caso es que el boicot de las hermandades, no dispuestas a exhibirse ante el monarca extranjero e invasor, cabreó tanto a Bonaparte que, aunque se le habían dispuesto tribunas en el Ayuntamiento y el Colegio de San Miguel, se quedó en el Alcázar.
Cuarenta años después del expolio francés y de varias desamortizaciones liberales, para dar vitalidad a la decaída Semana Santa y por iniciativa de los duques de Montpensier, se celebró el primer Santo Entierro Grande. Tuvo tanto éxito que se repitió cuatro años más tarde. Y tan eficaz resultado que pasada una década podía escribir Bécquer que “habiendo atravesado al par que las demás de España una larga época de decadencia, [las hermandades] han salido de ella merced no tanto al fervor religioso que les dio vida como al espíritu de especulación y vanidad que las mantiene en el grado de esplendor en que se hallan”. ¿Premonitorio?
¿Y a santo de qué viene esto?, se preguntarán ustedes. Quizás a la lectura de noticias como esta: “El Consejo estudia que la gran procesión del Congreso de Hermandades discurra por el Paseo de Colón, que debido a su amplitud daría cabida a un gran número de personas y se podrían montar gradas y tribunas”. A Pepe Botella, por lo menos, se las montaron un Viernes Santo, no en diciembre. Y no parece que la Semana Santa requiera magnas porque, como en 1850, esté decaída y casi en trance de extinción, sino más bien lo contrario. En fin…
También te puede interesar
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Cambio de sentido
Carmen Camacho
La ley del deseo
Gafas de cerca
Tacho Rufino
El tradicional Halloween
La ciudad y los días
Carlos Colón
El Gran Hedor
Lo último
CONTENIDO OFRECIDO POR CAJA RURAL GRANADA
Un recorrido por las mejores imágenes del Concurso de Fotografía Fundación Caja Rural Granada