Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Esta semana se ha firmado un curioso y trascendental acuerdo internacional: la cooperación a todos los niveles entre China y Rusia. La actitud del gigante asiático de aparecer en los momentos económicos complicados de cada país empieza a ser habitual y el precio que pide a cambio, cada vez más alto. Pero la desesperación de los mandatarios lleva a decisiones que después son difícilmente retornables.
El nuevo modelo de invasión económica que practica China es interesante. No requiere de un poderío militar excesivo, que lo tiene, ni de una diplomacia agresiva. Llega a cada país en sus momentos de declive, abre su talonario y compra sus deudas, sus empresas, sus recursos minerales y todo aquello que pueda ser adquirido. Posteriormente envía a varios millones de chinos a asumir todo este control y, en poco tiempo, cada territorio se convierte en un nuevo satélite de la República Popular China.
Es evidente que este proceso de inundación requiere de una dictadura que gestione cada uno de sus 1.500 millones de habitantes a su antojo. Por ello lo primero que establece es un compromiso de sumisión a sus caprichos por escrito. Sirva de ejemplo la exigencia de ruptura de relaciones diplomáticas con Taiwan de todo aquel país que desee pasar por caja. El último ejemplo ha sido Honduras, que exigió a Taipei 2.000 millones de dólares y la construcción de un hospital, por mantener sus acuerdos.
Este chalaneo internacional al que se rinden los Estados en el presente tiene sus contrapartidas en el futuro. Es muy fácil para un país, que no responde ni ante sus ciudadanos ni ante ningún estamento internacional, asumir el endeudamiento de otros territorios, crear la total dependencia y, finalmente, venderlo todo y dejarlos en la ruina. Por ello el proceso que ha elegido Putin para Rusia es, probablemente, el final de un país que quiso serlo todo y el principio de una nueva provincia de China. Porque los territorios fronterizos entre ambos países son perfectos para continuar su expansión, sin necesidad de ataques ni de conflictos. Y para colmo mantendrá a Putin defendiendo con vigor los escasos territorios del oeste por Crimea mientras pierde las inmensas estepas del este por Manchuria. Pero, como bien indicaba el propio texto del Arte de la Guerra de Sun Tzu, el secreto está en someter al enemigo sin tener que luchar y, a la vez, tenerlo entretenido y suficientemente confuso.
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