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ARTURO del Villar nos cuenta en su libro Picasso, un obrero pintor de la República, Biblioteca de Divulgación Republicana, Madrid 2007, la aventura de Picasso y Fernande en su excursión a Horta de Ebro en el verano de 1909. Antes, la pareja había pasado por Barcelona a ver a la familia. La ciudad se encontraba exaltada por lo que se llamó "la semana trágica" (desde el 26 al 30 de julio) donde murieron gentes, incendiaron edificios religiosos y hubo más de 2.000 detenciones. Con este ambiente, Picasso y su compañera invitados por su amigo Pallarés viajaron a Horta a experimentar el cubismo analítico -teoría que Picasso, estudiando en profundidad la paisajística de Cezanne, encontró posible- llegando a conclusiones plásticas que revolucionarían el concepto de la pintura y el espacio pictórico. Al poco de llegar, la gente del pueblo supo que tan particular pareja no era un matrimonio decente al no estar casados por la Iglesia. Ni cortos ni perezosos, los lugareños apedrearon las ventanas de la pensión donde Pablo y Fernande se hospedaban. ¡Nada original en la historia de España!
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