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Desde hace siglos, viajar ha estado cargado de prestigio. Descubrir y conocer otros horizontes enriquecía en todos los sentidos. Gracias al viajero intrépido, o al curioso indagador que desvelaba paisajes nuevos, la humanidad se ilustraba, conseguía poder y aprendía a progresar. Por eso, pocas palabras, como viajar, han alcanzado una mayor capacidad metafórica, convertida en sinónimo de la vida misma. El atractivo de viajar parecía inagotable. Sin embargo, este justificado hechizo empieza a tambalearse. Sobre todo, en Francia –origen de tantas teorías que acaban consolidándose– se presiente que ya el viejo impulso a movilizarse ha perdido su antigua fuerza, para ser sustituido por otra cosa mucho más negativa. Una sabia reflexión a este respecto acaba de publicarse: Renoncer aux voyages. Une enquête philosophique, de Juliette Morice (Puf), obra que muestra un documentado recorrido por la cartografía de todo tipo de viajes y viajeros, para plantear las causas de la renuncia a una tradición que parece ya inevitable. Un discurso, pues, de momento sólo teórico, pero bien trabado, sin catastrofismo ni nostalgias, ni huidas retóricas, pero que conecta con el expuesto, hace años, por Maistre, para el cual el mejor viaje se realiza recorriendo ascéticamente las maravillas de las cuatro paredes del cuarto en que se vive. Para la autora, dentro de poco, nadie se ilusionará, ni dejará su lugar para adentrarse por territorios desconocidos. Porque todo lo nuevo también tendrá el sabor sepia de lo previsto y ya experimentado. Pero quizás pueda recuperarse, como opción sustitutiva, la oportunidad señalada antes por Maistre, emprendiendo ese otro viaje siempre aplazado: el que se lleva a cabo alrededor del espacio y hogar en que se convive. Y, en Andalucía, ese viaje interno todavía aguarda que muchos andaluces lo inicien. Porque, como explica Juliette Morice, no solo hay viajes de desplazamientos geográficos, también los hay, e incluso son más necesarios, en el tiempo, retomando un camino olvidado hacia el pasado. Por ejemplo: viajar, teniendo como referencia y guía unos buenos libros históricos que expliquen qué causas permitieron que una Andalucía tan preeminente en la economía española del siglo XIX, ha decaído de tal forma, que, en estos mismos días, debe dolerse resignada y aceptar que otras regiones, como el País Vasco y Cataluña, logran imponer unos privilegios fiscales, tras unas maniobras políticas que a los andaluces deja atónitos. Quizás entregarse a la lectura sea, por tanto, la mejor y nueva forma de viajar.
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