El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
La verdad es que fue una gloria ver ganar a ‘la roja’, una victoria que supuso conquistar nuestro cuarto título europeo. Una selección que encandiló a todos los españoles porque fue fiel a un estilo propio: ganó todos los partidos siendo superior a sus rivales, con un equipo joven y unido que creyó en sí mismo desde el principio y con el talento y la frescura suficiente para conseguirlo.
Nuestro país ya no vive, como antaño, sólo de las victorias excepcionales en los deportes individuales, sino que también destacamos en los colectivos y también en el futbol, en el que desde Luis Aragonés y Vicente Del Bosque alcanzamos los primeros europeos y el ansiado mundial.
Luis de la Fuente se une a esos entrenadores que han logrado un equipo unido y ganador. La selección tiene nuevos ídolos en jugadores muy jóvenes como Lamine Yamal y Nico Williams. Estar en la selección no depende sólo de los galones que da la experiencia.
La victoria ante Inglaterra fue una alegría colectiva inmensa, cómo aquellas que da el fútbol a quién nos gusta este deporte, lo que Javier Marías denominó ‘la recuperación semanal de la infancia’ pero esta vez amplificada por el hecho de no ser solo tu equipo, sino el equipo nacional. Sin embargo, la alegría espontánea y colectiva de ese domingo se ensombreció con el día después.
La semana ha sido un hervidero de comentarios en las redes y artículos sobre el día después de la victoria. Una celebración de los jugadores ante miles de personas en la Cibeles en las que se notaba que después del itinerario por Madrid, algunos habían bebido, pero, sobre todo, la fiesta que era algo público y para mucha gente tenía el tono de una celebración privada. La espontaneidad de nuestros jugadores que en privado puede resultar tolerable y hasta divertida, no tiene el mismo efecto si se hace para un público de miles de personas y se convierte en un espectáculo. Y el espectáculo fue largo y hortera. Los jugadores son artistas del balón, pero no de la escena. A veces, el grupo puede resultar bien pero no en esta ocasión. Fruto de esa espontaneidad surgieron también los viejos tópicos, claro, la ‘Perfida Albión’ y ‘Gibraltar Español’. Es evidente que ese formato de celebración necesita algún cambio.
Lo mismo ocurre con el caso Dani Carvajal y su frío saludo al Presidente Sanchez en la Moncloa. Lo que hay que discutir aquí no es si uno de los capitanes de la selección es un facha o un paladín de la libertad por su gesto, lo importante es que si va a la recepción debe de comportarse no como votante, sino como un ciudadano que es recibido por el presidente del Gobierno español, sea cual sea su color político del mismo. Es un problema de educación y de saber estar. Y no todos saben estar ante el significado institucional de reconocimiento político de el día después. A veces, los héroes no están tan lejos de nosotros como creemos.
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