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No sé si tendrán ustedes esa misma sensación, pero este junio que periclita, un mes a caballo entre estaciones y que en cuatro días volará desde la corta primavera hacia el verano oficial de vacaciones pagadas, ha sido el periodo de 30 ó 31 días más intenso de lo que hasta ahora ha sido 2022. Un junio histórico. Las compuertas cerradas de la economía se abrieron poco antes, pero las tolvas reprimidas por la pandemia de la necesidad humana esencial -la social- que Maslow colocaba como tercer peldaño tras las fisiológica y la de seguridad ha eclosionado de forma asombrosa, como lo hacen esos esquejes de fresa que se siembran en el frío del norte para ponerse reventones y hasta atómicos bajo un plástico en Huelva. Hasta quien huye de la tiranía de la agenda o, sencillamente, no vive de los compromisos sociales, ha vivido un sin vivir y un sin parar de compromisos y posibilidades de socializar: fiestas, bodas, comuniones, eventos propios y ajenos de todo tipo: cantidad de eventos postergados. Exuberancia y rienda suelta a una condición e impulso natural de la gente: relacionarse.
Según el magno ensayo escrito hace ocho años por Yuval Noah Harari titulado Sapiens, de animales a dioses, el hombre -acepten que el término sea totalmente inclusivo, aceptemos hombre como animal de compañía- domina el mundo porque es el único animal habilidoso para cooperar en grandes grupos con éxito de adaptación. Afirma y sustenta con credibilidad el israelí que todos los sistemas de cooperación humana complejos, como la religión, Dios mismo, el dinero y las finanzas o todas las instituciones de referencia jurídicas y políticas se basan en una extraordinaria ficción esencial para que nuestra especie no sólo haya prosperado, sino que sea la dueña del planeta, a pesar de su debilidad animal; y para bien o para mal, enseñorearse en un planeta finito. Gotas de lluvia sobre el océano somos. Pero soberbias y geniales; malévolas y crueles.
Bajando la bola al piso, este junio ha roto las costuras de las agendas, simbolizando nuestra tremenda necesidad relacional más allá de nuestras paredes privadas, durante muchos días raros hechas celdas, extrañamente abatidas sólo por el móvil, la prensa o la tele; quizá por una mayor conciencia propia e individual. Somos seres sociales, y en este mes sexto del convenio que llamamos año tal propensión natural nos ha sido devuelta como bumerán. Tanto para quienes anhelaban el gran reencuentro con otros, como para quienes se sintieron a gusto con la distancia impuesta por las circunstancias.
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