La voz más alta

14 de diciembre 2024 - 03:07

Hace tiempo que en la política de nuestras democracias prevalece la voz más alta y no la más razonable. La política de hoy parece faulkneriana porque, en efecto, el ruido y la furia se ha apoderado de ella, rompiendo los viejos esquemas de nuestras democracias. No sólo ya no funciona la idea de que estar en el poder es una ventaja para obtener más votos –ya vimos las elecciones norteamericanas-. Como afirma Moisés Nairm, tampoco es el “cambio pendular entre derechas e izquierdas que siempre ha marcado a las sociedades democráticas. Se trata de un cambio más profundo, en el cual cada vez más electores apoyan a partidos muy alejados de los consensos fundamentales que sustentan la estabilidad democrática. Se decantan por extremismos marcados no tanto por su tendencia ideológica sino por su rechazo visceral contra todos quienes hayan manejado –o manejan– el poder. Se trata de la antipolítica: el desprecio generalizado no por este partido o aquel líder, sino por el sistema político como tal”. La antipolítica es una desconfianza contra el poder que impide la convivencia democrática.

Esta política de la voz más alta es un fenómeno global y explica, en parte, las nuevas figuras políticas y liderazgos. En Europa, el crecimiento de la extrema derecha hasta ser una de las principales fuerzas políticas en Austria, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia y Suecia. La aparición de figuras antisistema hoy en el poder son una realidad también en Argentina, Colombia, El Salvador y México. Los populismos que vivimos les gusta una política alta en decibelios.

Las redes sociales se han convertido en medio que hace visible el descontento de muchos contra un gobierno todo el tiempo y cuanto más furioso y extremo sea el discurso del outsider, más éxito tiene. Cómo afirma Nairm: “Es así cómo debemos interpretar el triunfo político de Donald Trump. Lo que está pasando en Estados Unidos ocurre dentro de un contexto global en el que el más estridente siempre lleva la ventaja”.

Nos enfrentamos a un mundo contradictorio, en el que las nuevas tecnologías suscitan una esfera pública llena de frustración, los votantes tienen expectativas crecientes y, sin embargo, los gobiernos tienen una capacidad menor de imponer su agenda debido al bloqueo de otras fuerzas políticas que hacen difícil su gobernabilidad. El resultado es un juego político bloqueado y el éxito de aquéllos que más gritan en contra del establishment. La solución para resolver este descontento que cae en la política del tono alto y del bloqueo no es fácil. La antipolítica es uno de los males de la política. El camino de la democracia es el único posible.

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