El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
N0 hará ni 70 años que el que llegaba a los 60 era todo un héroe. La esperanza de vida estaba en los 50 y las condiciones en las que se llegaba a pensionista eran lamentables. La medicina estaba todavía en mantillas, así que la gente se moría joven o se jubilaban listos de papeles. Ahora tenemos una generación de puretas que están como una rosa. Si hace años los jubilados a lo más que aspiraban era a echarles de comer a las palomas o a mirar obras, ahora hacen todo tipo de actividades, desde salir a caminar a viajar con el INSERSO, por decir algo. La gente se jubila con 66 en plenitud física y mental, así que muchos buscan la manera de matar el aburrimiento con todo tipo de actividades, muchos se apuntan a un gimnasio, las mañanas en Forus se parecen a la calle Ancha, llenas de puretas que quieren mejorar su condición física. El Paseo Marítimo colapsado de viejos a los que el médico ha aconsejado que caminen, y se lo han tomado a pecho. Algunos se apuntan a clases de música, de corte y confección, de alfarería o cualquier otra que puedan ofrecerse, pero hay algunas actividades con más segu8imiento que otras: multitud han descubierto sus dotes artísticas y se dedican a pintar tras acudir a clase dos o tres días en semana. Los hay que les han dado por escribir, así han salido jubiletas autores de novelas, relatos, poesía o ensayos, muchas veces autoeditados, diríamos incluso que hay más escritores que lectores. Y por fin hay otros jubiletas que están en estado de permanente movilización, prestos a ser convocados para cualquier reivindicación: contra los pisos turísticos y la turistificación es la última, aunque también los hay que lo hacen para defender las pensiones, con la Marea Blanca, con la Marea Violeta, contra la violencia machista, contra la Israel, con la Marea Verde y todas las mareas que en el mundo han sido. Allí van con sus pancartas, sus eslóganes e incluso terminan cantando el Bella Ciao, que la Casa de Papel hizo estragos, puede que no sepan que era una canción partisana, pero suena mejor que La Internacional. Los viejetes revolucionarios producen ternura, tan activos sobre todo en horario de mañana, que luego hay que sentarse frente al televisión para ver Telecinco y seguir con El Hormiguero. Los hay, claro, que unen gimnasio, clase de pintura y manifestación, incluso caminatas, clases de escritura y manifestación. La jubilación activa permite cumplir con muchos compromisos, desde hacer la revolución de la tercera edad a cuidar nietos o ver la televisión, hay tiempo para todo cuando no hay otra cosa que hacer. Es el signo de los tiempos, el estado del bienestar provee de unas generosas pensiones que permiten no tener que pensar en nada más .
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