Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
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Cuando poco antes de Semana Santa empezaron a generalizarse las lluvias en Andalucía, sobre todo en las provincias occidentales, el presidente de la Junta, Juanma Moreno, mostró su alegría con una frase rotunda: “Caen euros del cielo”. Es cierto. El final de la sequía, o por lo menos el enorme paliativo que han supuesto los últimos días, da motivos para el optimismo. De alguna forma se conjura la amenaza que se cernía para el próximo verano y se puede dejar de hablar de restricciones para el consumo humano y, con toda probabilidad, no se tendrá que hacer el transporte de agua en barco para asegurar el abastecimiento. Las lluvias también mejoran las perspectivas de los dos sectores básicos en la estructura económica de Andalucía, la agricultura y el turismo, ambos muy dependientes del agua. Los cálculos de la Junta señalaban que la sequía podía costar este año hasta dos puntos de PIB y empeorar aún más los datos de convergencia con la media de España. Aunque el panorama haya cambiado, sería absurdo pensar que se han solucionado los problemas. La sequía no ha pasado, se ha paliado y todavía hace falta mucha agua para asegurar el normal desenvolvimiento de la actividad agrícola y turística. Y, sobre todo, lo que no ha cambiado en absoluto es la necesidad de acometer las obras hidráulicas que aseguren el pleno aprovechamiento del agua en periodos de falta de lluvias, que van a ser cada vez más frecuentes. En el conjunto de España hace falta una política de Estado que garantice la solidaridad con trasvases entre las cuencas excedentarias y las deficitarias. En Andalucía es imprescindible que las dos administraciones competentes, la estatal y la autonómica, se pongan manos a la obra y acometan las infraestructuras eternamente postergadas. En los meses que hemos dejado atrás se ha visto cómo el agua es una cuestión demasiado importante y no puede ser un argumento más del debate político. Andalucía no puede depender de que los euros le caigan del cielo.
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