Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
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Es de suponer que ni por un minuto Alberto Núñez Feijóo albergó la más mínima esperanza de que iba a convencer a Pedro Sánchez de que le abriera las puertas de la investidura a cambio de una legislatura de dos años y seis pactos de Estado, que son los mismos que se ponen siempre encima de la mesa para no llegar a ningún sitio. La propuesta, que hubiera tenido sentido en una situación política que no estuviera marcada por la radicalización y el sectarismo, nacía y moría como lo que en realidad es: un brindis al sol destinado a caldear un poco redes sociales y tertulias políticas, pero sin la más mínima virtualidad. Feijóo, cuando la hace, sabe de antemano cuál va a ser la respuesta de su interlocutor y Sánchez, cuando se sienta frente al líder del PP, es consciente de que mucho se le tienen que torcer las cosas para no cerrar los acuerdos que ya negocia con separatistas vascos y catalanes y otros partidos que lo atornillarán en la Moncloa. Y si esa negociación, por cualquier causa, no llegara a buen término no dudaría en repetir elecciones. Todo antes que facilitar la investidura de su rival. Una actitud parecida, por cierto, a la de Feijóo a la hora de constituir autonomías y ayuntamientos tras las elecciones de mayo: allí donde pudo sumar con Vox hizo gobiernos, aunque no hubiera ganado las elecciones. Así están las cosas en España y conviene no llamarse a engaño. Los movimientos del PP sólo pretenden ganar tiempo a la espera de la investidura que previsiblemente fracasará a finales de este mes. Mientras tanto, la verdadera negociación la lleva a cabo Sánchez entre bambalinas y en silencio sin líneas rojas y dispuesto a dar lo que le exijan, sea la amnistía para los separatistas catalanes o el planteamiento de una configuración autonómica profundamente insolidaria como la que defendía ayer el lehendakari Íñigo Urkullu en un artículo publicado por un periódico nacional.
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