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La recuperación del lince ibérico ha sido un trabajo largo, costoso y, a veces, incomprendido, pero puede decirse que casi cuarenta años después de las primeras iniciativas que su salvación ha estado ligada a la conservación de amplios espacios naturales. Primero, en Andalucía y, después, en Extremadura, Castilla-La Mancha y Portugal. Ése es el valor de la protección de determinadas especies, que su logro va más allá de un animal en concreto: lo que se está salvando, o recuperando, son amplias zonas de bosque y matorral mediterráneo, hábitats característicos de buena parte de la Península Ibérica. En 2020, el programa de recuperación del lince ha contabilizado 1.111 individuos, 10 veces más que en 2002, cuando sólo había 94 animales entre las poblaciones de Doñana y de Sierra Morena. El programa partió del grupo de felinos que se encontraba en Doñana, que era una población atrapada y sin ningún contacto genético exterior. La cría en cautividad en El Acebuche permitió ir repoblando amplias zonas en las provincias de Córdoba y Jaén, así como en Toledo y Portugal. La mayor parte de los fondos para esto han llegado de la Unión Europea, aunque la Junta y el Gobierno central han ejecutado estas ayudas con personal propio. El actual programa está dotado con 18,7 millones de euros, una cantidad nada desdeñable que se debe a que es el felino en mayor peligro de extinción en el planeta. Se puede decir que este primer tramo de la conservación ha sido un éxito, porque se ha evitado lo peor, que es la desaparición. Pero el lince necesita expandirse por nuevas áreas y, lo que es más importante, urge la conexión entre los espacios naturales. Esto último excede al programa del lince. Desde hace décadas se viene reclamando la existencia de corredores entre áreas protegidas de modo que rompan con su aislamiento. La Sierra Norte de Sevilla, la Sierra de Arana en Granada y Loja son zonas donde se prevé una próxima reintroducción de animales. Los recientes atropellos de animales en carreteras de Huelva y Sevilla están relacionados con la extensión de la especie, pero son hechos que deben atajarse con medidas empleadas en otros lugares.
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