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Estimado Sr. Moreno Bonilla: Los dirigentes políticos tienen derecho a saber lo que los ciudadanos esperamos de ellos. Me atrevo por tanto a dirigirle esta carta, escrita con serenidad, pero desde una profunda preocupación, ante la trascendental etapa política en la que estamos adentrándonos.
Usted debe ser una de las personas que mejor conozca la realidad andaluza. Sabe que nuestro PIB per cápita se situó en 2021 en el 74% de la media española, cuando en 2004 era del 77% (INE), y que nuestra renta de hogares por habitante fue del 82% en 2022, habiendo sido del 84% en 2008 (INE). Diez de nuestros barrios se situaron entre los 15 más míseros de España en 2022 (INE). El gasto interno en I+D per cápita ejecutado en Andalucía en 2021 fue del 55% de la media española (INE) y nuestra tasa de paro es hoy del 18,7%; es decir, un 7% superior a la de España (8% en las mujeres), con 12 de nuestras ciudades entre las 15 con más desempleo (INE).
Semejante pobreza se refleja en nuestros tristes indicadores de bienestar. Los niños que nacen hoy en Andalucía vivirán 14 meses y dos semanas menos que el español medio, lo que hace que 10 de las 15 ciudades españolas con menor esperanza de vida sean andaluzas. Nuestra tasa de suicidios fue en 2021 un 18% superior a la del conjunto de España (23% en los hombres, INE). El abandono temprano de la educación secundaria sigue siendo mayor aquí (15,3%) que el promedio español (13,9%) (INE, 2022) y la tasa de escolarización universitaria de nuestros jóvenes es del 27,9%, frente al 32,0% de la media española (Ministerio de Universidades, 2021). Aunque representamos el 18% de la población española, tenemos el 23% de los presos (CGPJ, 2022). Quizás por todo ello, Andalucía fue la cuarta comunidad con menor satisfacción global con la vida en 2022 (INE).
Incomprensiblemente, señor presidente, los Gobiernos de España en las últimas décadas han mantenido a Andalucía con una financiación per cápita constantemente menor: un 94,1% del promedio de las comunidades de régimen común en 2020 (el País Vasco y Navarra juegan en otra liga), habiendo descendido un 5,3% en financiación por habitante desde 2002 (FDEA). Por si fuera poco, la inversión que la Administración General del Estado ejecutó aquí en 2021 fue solo de 32,2% per cápita frente a 74,1 en el conjunto de España (Ministerio de Hacienda).
Esta hiriente realidad no mereció ser discutida en el reciente debate de investidura del presidente del Gobierno español, quien solo mencionó a la comunidad autónoma más poblada para felicitarse por los muchos andaluces subsidiados con el bono social eléctrico. En un momento político que anticipa una redefinición de los equilibrios de poder en España, a los señores Feijóo y Abascal la palabra Andalucía tampoco les cupo en sus discursos, mientras que la vicepresidenta Díaz la eligió únicamente para aludir a nuestra aguerrida capacidad de protesta. Ninguno de nuestros 61 diputados del Congreso intervino en el debate, limitándose todos a escuchar dócilmente cómo Andalucía era sistemáticamente ignorada.
Soy algo mayor que usted, señor presidente. Asistí a la gran manifestación del 4 de diciembre de 1977 y viví con emoción la lucha por la autonomía que desembocó en el referéndum del 28 de febrero de 1980. La sociedad andaluza depositó en las instituciones que conquistó entonces su voluntad de acabar con el atraso y la marginación, y participar en igualdad en la toma de las grandes decisiones de estado. El ninguneo político que hoy sufre Andalucía, desplazada vergonzosamente del debate territorial y de la redefinición de España a que estamos asistiendo, nos esboza un porvenir de mayor exclusión y nos retrotrae al espíritu de los tiempos anteriores a 1977, cuando los andaluces solo contábamos para alegrar la fiesta o emigrar.
Señor Moreno, es usted el presidente de todos los andaluces, y debe asumir, sin supeditarse a estrategias partidistas, la responsabilidad a que le obliga este momento trascendental. No basta con elevar nuestra voz ante los agravios. Como hicimos hace 46 años, Andalucía debe proyectar su alternativa de futuro en positivo y con protagonismo propio. Me atrevo por tanto a rogarle que no se limite a responder reactivamente a los acontecimientos; tome la iniciativa y convoque usted a la sociedad andaluza. Forje una propuesta andaluza para España ampliamente compartida y ejerza su liderazgo para situar los intereses del pueblo andaluz en el centro del debate español. Si lo hace, una amplia mayoría de ciudadanos le respaldaremos; es lo que esta tierra se merece y espera de usted.
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