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Se echa de menos que, en su afán de desmentir bulos y falsas noticias, nuestro Gobierno no se haya desvivido por pronunciarse contra ciertas ominosas perspectivas de futuro que circulan por las redes. Tampoco la oposición se ocupa de preguntar sobre ello, más dedicada a la descalificación gratuita y al acoso y derribo, al quítate tú para ponerme yo. No es que me apunte al bando de los conspiranoicos, ni que dé por cumplidas las letales infamias que ellos difunden. Pero tampoco entiendo necesario confirmarlas para temerlas y combatirlas, porque lo terrible de ellas no es que se hayan realizado, sino que resultan ser plenamente viables. Así que no basta con la escasa o nula credibilidad de tales o cuales posibles bulos para que dejen a ser aterradoras, por su mera potencialidad.
Y para peor pronóstico, indicios no faltan:
Por ejemplo: la continua referencia a una "nueva normalidad" sin aclaración alguna sobre su término. No me refiero a la falta de mención de su futura expiración temporal, excusable ante la incertidumbre sobre la evolución de este azote y la de su control, sino a la ausencia de alusiones a una clara intención de volver a la vieja normalidad de antes de la pandemia, y de mejorarla con lo aprendido en el curso de este desastre. ¿Vamos a un rescate e intervención por parte de Europa? ¿O se está pensando en sacar a España de la zona euro? ¿Qué será y hasta cuando la "nueva normalidad"?.
En las largas alocuciones del presidente Sánchez nada se dice de la conveniencia de llegar cuanto antes a prescindir de esos controles y de esa monitorización de la población que tanto nos recuerdan al Gran Hermano de Orwell, y que no necesitan bulos ni fake news para ponernos en guardia y predisponernos al justo y necesario desacato, si llegase el momento.
Otro ejemplo es la plena conciencia de que una pandemia provocada por la difusión de un virus diseñado en laboratorio es perfectamente posible. Es una eventualidad que no necesita el cumplimiento de la iniquidad para justificar el temor de que, si no esta vez, sí en otra ocasión futura, llegue a hacerse realidad. Sobre todo porque a su viabilidad se añade la presencia de fines vinculables a ese medio y de intereses asociables a esos fines. Recordemos que notorias personalidades públicas han proclamado la inconveniencia de que la vida de los ancianos se prolongue tanto, y hayan mencionado con todo descaro la necesidad de "hacer algo". Y hay otros intereses susceptibles de optar por este tipo de acciones: la reducción del gasto en pensiones, la supresión de activos humanos sobrantes -el lado oscuro del ecologismo- la destrucción del proyecto de la Unión Europea, o la eliminación del gasto en servicios sociales propios del Estado de Bienestar, entre otros. No es ilícito, por tanto, ni descaminado, preguntarse si la presente pandemia tiene algo de ese "algo", habida cuenta de las atrocidades cometidas por los poderosos a lo largo de la Historia cuando se creen al amparo de la impunidad.
¿Es el signo de los tiempos?. Lo que ahora parece asomar a nuestra cotidianeidad real parecía hasta hace muy poco un asunto de ficciones distópicas difícilmente creíbles, aunque entre ellas se contara con títulos tan celebrados como los de Orwell o Huxley. No sólo el Bueno de Barak Obama, en 2014, sino el Malo de George Bush, en 2005, habían previsto la eventualidad de pandemias y programado planes para afrontarlas, con fondos para sistemas de alerta temprana, inversión en tecnología y rápida producción de vacunas y protocolos de colaboración preventiva con otros países. Y no es que estos dos fuesen de la secta de los enemigos del comercio que señala Escohotado, pero como buenos amigos del tal, sabían que el comercio también se beneficia de la estabilidad que dimana de una razonable planificación previsora de catástrofes. No así en el caso de Donald Trump, más que amigo, esclavo del comercio que, en mayo de 2018, suprimió la oficina de respuesta a pandemias del Consejo de Seguridad Nacional, y que en julio de 2019, hizo lo mismo con la oficina delegada en China de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, a cargo de la doctora Linda Quick. ¿Ha sobrepasado el Mercado su límite elástico y pasado súbitamente al estado de fluencia plástica?
La posibilidad de un "1984", hoy, no es un bulo, como tampoco lo es la profecía de Yuval Noah Harari, que en su libro "Homo Deus" advierte de que las mismas herramientas, biotecnológicas que han permitido a los humanos salir victoriosos en la lucha contra bacterias y virus, y superar calamidades naturales como el sida y el ébola, convierte a los propios humanos en un peligro sin precedentes, porque dotan a algunos para crear enfermedades más temibles. Y añade: "Por lo tanto, es probable que en el futuro haya epidemias importantes que continúen poniendo en peligro a la humanidad pero solo si la propia humanidad las crea, al servicio de alguna ideología despiadada".
O de intereses impíos, me atrevo a corregir.
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