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Decía Aristóteles que la abstracción es una operación mental por la que llegamos a la forma de una cosa dada a partir de su materia, llegando así a formar conceptos y tener un conocimiento cabal de su esencia. Es la más noble y elevada acepción de abstracción, que nos define como humanos y nos permite pensar a partir de las meras evidencias empíricas y transcender de las mismas.
Sentenció Feijóo sobre la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez: "Me he abstraído de este esperpento político que hemos vivido en nuestro país". Pero Feijóo no es Aristóteles, sino que practica otra acepción de "abstraerse" ante realidades o situaciones que no comparte, incluso poniendo tierra por medio cuando se ausenta, como en este caso. Todo un buen ejemplo de cómo entiende la forma de hacer política quien aspira a presidir el gobierno de España. En este caso, la "abstracción" se tradujo en pura y simple abstención.
Nuestro buen aspirante se ha "abstraído" ante el revuelo por participar en un mitin político del PP tras una predicadora evangelista, y se limitó a decir por persona interpuesta que es bueno que "agentes de la sociedad civil" participen en actos políticos, que "la aconfesionalidad del estado obliga a respetar a todas las religiones", "abstrayéndose" en fin del esperpéntico espectáculo que protagonizó al ser él mismo quien cerraba dicho acto electoral. A los pocos días Feijóo ha recorrido diversas iglesias católicas de Sevilla con motivo de los desfiles procesionales en compañía del moderado Moreno, en un buen ejemplo de cómo hacer campaña electoral caiga quien caiga, evangelista o católico.
Claro que por esas mismas fechas el buen hombre también practicó la "abstracción" sobre sus palabras con motivo de la Cumbre Iberoamericana, criticando al presidente del Gobierno por hacerse fotos con dictadores y autócratas de dicho continente. No está de más recordar que esa Cumbre la impulsa el Jefe del Estado, que asiste a ella y se hace fotos con todos los jefes de estado o de gobierno que participan en ella, como hicieron otros presidentes del Gobierno del PP, o el propio Feijóo con Raúl Castro cuando presidía Cuba. Claro que de hacerse fotos con personajes poco edificantes podría dar un cursillo acelerado él mismo.
Probablemente se habrá debido de "abstraer" el aspirante popular tras declarar que la reforma de las pensiones que le gustaría a él es "la que está haciendo Macron en Francia", consistente en aumentar la edad de jubilación y alargar el período de cómputo de la pensión, mientras las televisiones nos llenaban con imágenes de desórdenes públicos con incendios de contenedores, barricadas y una fuerte violencia en las calles, expresivas de un tremendo malestar social que seguramente nuestro buen aspirante envidia. En esta ocasión la "abstracción" es la forma en que el inconsciente de Feijóo hubiera logrado superar el férreo control de sus asesores y expresar su más íntimo deseo como si de un acto fallido se tratara, diciendo: "Lo que a mí me gustaría es que la reforma laboral de Pedro Sánchez fuera tan conflictiva e incendiaria como la de Macron, y si no es así, ya llegaré yo al Gobierno para hacerla realidad".
Todos estos ejemplos de "abstracciones" son reveladores de una forma de hacer política, sin duda. Muestran el intento de ir con una mano por el cielo y otra por el suelo para intentar rebañar votos donde sea al precio que sea. Son también expresivos de una forma nada fiable de hacer política, mediante la cual cada declaración controvertida puede ser desmentida o sencillamente modificada para escapar a su crítica sin el menor sonrojo: ¿qué confianza puede inspirar en la ciudadanía esa facilidad para afirmar una cosa y acto seguido su contraria con todo el desparpajo del mundo? Son, además, manifestaciones de falta de transparencia en el proyecto político que Feijóo encabeza y tiene para el caso de llegar a gobernar España, lanzando señuelos sobre cuestiones simbólicas de fácil aceptación popular para esconder su auténtico programa.
Pero hay, finalmente, otra lectura de esta prodigada aptitud del aspirante conservador para la "abstracción": estamos ante una personalidad política sin perfiles definidos, que navega entre dos aguas en todos los asuntos que requieren una posición firme y precisa, que es fruto de puro marketing electoral y al que tienen que matizar, corregir y enmendar los Sémper y González Pons de turno frecuentemente. Una personalidad carente de liderazgo porque es incapaz de fijar una posición clara sobre cuestiones de interés general, ni tampoco de gestionar de forma eficiente y resuelta los problemas a los que se enfrenta. No es que se ponga de perfil siempre que puede, es que, simplemente, es "abstraído, distraído, ensimismado, absorto", como define el Diccionario de la Real Academia Española.
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