Francisco J. Ferraro

Panorama económico para un nuevo curso

La tribuna

En un marco de incertidumbre se prevé una desaceleración de la actividad económica este año y en el primer semestre de 2024, pero no una recesión

Panorama económico para un nuevo curso
Panorama económico para un nuevo curso

24 de septiembre 2023 - 00:45

Con el final del verano y la influencia académica del nuevo curso, en estos días es habitual que los economistas discutamos sobre las perspectivas económicas para los próximos meses, y lo hacemos combinando todos los datos del presente que, según la experiencia, marcan tendencia de futuro, pero tras la pandemia y la invasión de Ucrania están cambiando muchas reglas de juego y los modelos de estimación no tienen la fiabilidad de antaño. La globalización se erosiona por las tensiones geoestratégicas, se producen y desaparecen cuellos de botella en las cadenas de suministro, la inflación resiste al aumento de los tipos de interés, los mercados de trabajo siguen en casi pleno empleo a pesar de las restricciones y el bajo crecimiento, y los efectos del cambio climático empiezan a trascender a la economía. Como dijo Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, en la reunión anual de los presidentes de los bancos centrales, “estamos guiándonos por las estrellas mientras el cielo está nublado”, por lo que la expresión incertidumbre está presente en cualquier diagnóstico.

No obstante, hay acuerdo sobre algunas tendencias: los intensos rebotes tras la pandemia ya se han superado; la inflación persiste, pero reduciendo su intensidad; el alto nivel de empleo mantiene el consumo, lo que limita la disminución de los precios. Por ello, los bancos centrales dudan si seguir aumentando los tipos de interés, pero cuando menos se mantendrán los próximos meses, lo que reducirá el crecimiento este año y con más intensidad en 2024, e incluso algún país podría sufrir una recesión.

El panorama es desigual en el mundo. Por un lado, Estado Unidos con pleno empleo y con una economía flexible que empieza a dar muestra de contención de la inflación, pero también de desaceleración del crecimiento y de la creación de empleo, por lo que la Reserva Federal ha decidido esta semana darse una pausa en la elevación de los tipos de interés, aunque sin descartar una nueva subida antes de fin de año. Mientras tanto, China sufre las consecuencias de una crisis inmobiliaria que, junto con los efectos de la política económica más intervencionista de Xi Jinping y la contradictoria política monetaria, está provocando desconfianza en la demanda interna y contrayendo las exportaciones, de forma que las previsiones de recuperación prevista tras las restricciones de la política de Covid cero se están reduciendo. Y Europa sufre la desaceleración con mayor intensidad por su cercanía a la guerra de Ucrania, la mayor dependencia energética, su menor flexibilidad económica, y el menor desarrollo de las tecnologías que están determinando el futuro económico. Alemania será el país más castigado con un balance previsiblemente negativo este año, que influirá en los socios comunitarios.

España viene siendo distinguida con previsiones más expansivas para este año y 2024. Pero esas previsiones son consecuencia del rebote de la pandemia de Covid que provocó una fortísima recesión, del crecimiento inercial inducido por la recuperación pos-Covid europea (exportaciones y turismo) y por una mejora de la competitividad-precio (salarios y energía), que no será permanente. Por ahora la dinámica económica es ajena a la elevada tensión política que sufrimos, aunque la salida del impasse político puede provocar reacciones sociales que terminen afectando a la economía.

Andalucía viene desacelerando su actividad desde la primavera, aunque el turismo internacional y la inversión mantienen un tono positivo. No obstante, el freno en la creación de empleo difícilmente va a compensarse con el aumento de los salarios por encima de los precios de los últimos meses; la demanda exterior puede reducirse (exportaciones y turismo); el encarecimiento de las hipotecas ha frenado la actividad inmobiliaria y previsiblemente frena la recuperación de la construcción de viviendas a medio plazo, y la sequía va a reducir la producción final agraria, aunque debe ponderarse su efecto en el conjunto de la economía regional, pues es un sector que aporta el 6% del PIB, no todos los cultivos están tan negativamente afectados por la sequía como el olivar o los cereales, y en algunas producciones la reducción de la producción se compensa con la elevación de los precios. Por todo ello, la desaceleración de la actividad es previsible para este año y la primera parte de 2024, aunque ninguna institución prevé que se produzca una recesión.

Previsiones por tanto no optimistas, pero tampoco de crisis, que deben alentar más que a protegerse a adaptarse (actividades productivas, formación, tecnologías, inversión) a un sistema productivo más competitivo.

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