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El hecho migratorio en un tema central en el debate político y electoral en España y la UE. Las estadísticas nos muestran una realidad: España es hoy un país de destino de emigrantes por su crecimiento económico, su posición geográfica cercana al continente africano y el idioma que juega un papel importante en relación con la emigración latinoamericana. Esta realidad nos dice que la emigración es un fenómeno global y estructural; es decir, no se puede solucionar pero sí gestionar de un modo sostenible y solidario.
Por una parte, la brecha abismal política, económica, de rentas y social de España y Europa en relación con África y Oriente Medio; los efectos de la crisis climática como la desertización del territorio, sequías y hambrunas, ademas de los conflictos bélicos y la actividad del terrorismo yihadista y de las mafias en el África subsahariana, plantean un problema básico de “seguridad humana” que presiona a la emigración hacia Europa. Mientras exista esta situación de desigualdad, pobreza y de violencia permanente habrá millones de personas que huyan de sus países y no habrá vallas suficientes para contenerlas como demostró la crisis migratoria de la década pasada. El hecho de que países “sigan ofreciendo a sus ciudadanos escasas esperanzas de una mínima prosperidad es el gran desafío mundial de este siglo (Paul Collier). Desde esta perspectiva, la emigración constituye una respuesta racional y humana a esta situación, que ha convertido el Mediterráneo en una de las fronteras Norte-Sur mas peligrosas del planeta.
Otro factor estructural está ligado al problema demográfico que afecta a los europeos. Europa y España tienen una perspectiva demográfica oscura por el envejecimiento de sus poblaciones debido a la baja tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida. Europa tiene la tasa de natalidad mas baja de todos los continentes y España es el segundo país europeo con la tasa de fertilidad mas baja de Europa (1,9 nacimientos por mujer). Es decir, las sociedades europeas pierden población a pesar de las políticas de natalidad y de conciliación familiar y, como señala la CE, necesitan a ciudadanos de otros países para mantener sus economías, sus sistemas de pensiones y sus poblaciones (el INE refleja cómo la emigración a España en la ultima década ha detenido la caída de la población). Por el contrario, la ONU estima que África con poblaciones muy jóvenes (la edad media es de 19,2 años), se esta convirtiendo en el eje demográfico del planeta ya que a largo de este siglo pasará de los 1.500 millones de habitantes actuales a cerca de 4.000 millones.
En definitiva, debemos considerar el hecho, de que nos guste o no, un número importante de ciudadanos de otros países, razas y religiones formarán parte de nuestro futuro como sociedad. La cuestión estriba en como los estados europeos gestionan los flujos migratorios: ¿cuántos millones de ciudadanos de otros países se pueden integrar en nuestras sociedades?; ¿cómo llegan a través de rutas seguras a nuestras fronteras?; ¿cómo los integramos en nuestras sociedades con sus familias?; si procede la devolución, ¿cómo garantizar su seguridad en los países de origen ? En síntesis, cómo afrontar la ordenación, la regularización y la integración de la emigración. Muchos expertos entienden que para cerrar fronteras a los inmigrantes irregulares hay que abrirlas sosteniblemente a los regulares y al mismo tiempo articular políticas eficaces que reduzcan los factores estructurales que presionan hacia la emigración. En definitiva, dos dimensiones demográficas y económicas, Europa y África, que condicionan de modo determinante el hecho migratorio.
Los factores estructurales, la ordenación, la llegada regular y la integración en la sociedad deberían ser el centro del debate político. La emigración es un problema que preocupa a los españoles pero la respuesta política y social no puede ser la mentira, el populismo, el racismo y la islamofobia que se ocultan detrás de determinadas posiciones políticas. Identificar la emigración con la delincuencia y el terrorismo; con una nueva invasión musulmana que amenaza nuestra civilización, solo persigue crear un ambiente de miedo entre los ciudadanos como arma electoral. La demagogia oculta también parte de la realidad: las contribución positiva de la emigración a nuestra economía, la Seguridad Social, el crecimiento demográfico y la riqueza cultural.
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