La tribuna
El fondo de la DANA
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Mucha gente se piensa que lo hizo Franco, como si fuese el mismísimo Hércules”. En referencia a la obra que desvió el cauce del Turia tras la riada de 1957, y que ha evitado ahora que Valencia se inundase, con esas palabras nos desasnaba en El Intermedio el fino analista Mikel Herrán. Menos mal que este doctor en Arqueología nos ha aclarado que ni esta obra hidráulica, ni los pantanos en general, los hacía personalmente Franco. Detrás había un montón de ingenieros y todavía más obreros. Y eso sin contar que muchas de esas obras ya habían sido planificadas antes de la Guerra Civil, nos explica Herrán.
Jaleado por medios afines al sanchismo, ese nivel ha alcanzado la justificación de por qué no se han realizado casi ninguna de las obras hidráulicas programadas. En particular, las referentes a la zona del Poyo valenciano habrían evitado las dramáticas consecuencias de la DANA. La explicación real es bien sencilla y no tiene nada que ver con el franquismo: adoptando un ecologismo de corte radical, el Gobierno del presidente Zapatero se cargó de un plumazo el Plan Hidrológico Nacional y demonizó los canales y las presas. Donde estaban previstos trasvases, había que hacer desaladoras, y donde estaban previstos canales y embalsamientos, no había que hacer nada. En esa línea, la ministra Ribera se empeñó en que ni siquiera había que desbrozar de maleza los cauces de los ríos y decidió no actuar en la zona del Poyo porque así lo aconsejaba el análisis de costes y beneficios económicos y ambientales de la obra. Esa inhibición ha facilitado la devastadora inundación. Si a los separatistas catalanes les molestaba que los comunicados oficiales se hiciesen en español, otros, en plena riada, estaban pensando en el posible daño a ciertas almejas en trance de extinción.
Una de las enseñanzas de esta tragedia, al margen de las responsabilidades personales de tirios y troyanos, es que la ideología ecologista radical impide adoptar medidas preventivas de las catástrofes naturales. La política de no construir embalses y canales facilita las inundaciones en casos de lluvias masivas. La política de cerrar centrales nucleares agrava el incremento de las temperaturas. La política de prescindir de los ingenieros forestales y agrónomos facilita los incendios. Sin poner en duda sus buenas intenciones, las propuestas de los ecologistas radicales forman parte del problema, que no de la solución.
Simétricamente, también el negacionismo climático dificulta prever las catástrofes naturales que, debido al aumento antropogénico de las temperaturas, se producirán cada vez con más frecuencia y mayor intensidad. Ninguna formación política debería cerrar los ojos a la realidad del cambio climático. Otra cosa es cómo afrontarlo. Las formaciones de izquierda y de extrema izquierda suelen plantear políticas de decrecimiento económico, que solo los más adinerados pueden permitirse. Paradójicamente, procuran controlar la inflación, cuando dejarla crecer acarrearía una disminución del consumo y, por tanto, propiciaría el deseado decrecimiento. Cosa notable, todas las formaciones verdes españolas se han alineado con la extrema izquierda en las elecciones. Se echa de menos un partido liberal que ofrezca un programa ambiental basado en la innovación, la iniciativa empresarial y, en última instancia, la posibilidad de enriquecerse ayudando a la sociedad a afrontar el reto climático. Si un partido ecoliberal es uno de nichos vacíos en el escenario político español, el otro nicho vacío es el de un partido socialista, pero españolista. Los esfuerzos de Izquierda Española, promovidos por el abogado Guillermo del Valle, no están dando los frutos esperados. No obstante, aciertan en lo sustancial: la concepción plurinacional de España perjudica a los trabajadores y a los menos pudientes.
En esta DANA ha fracasado la idea de identificar a España con un Estado plurinacional. Las supuestas naciones, que realmente son regiones, como la Comunidad Valenciana, carecen de los recursos necesarios y de la capacidad de gobernanza para afrontar las crisis graves. Ni con la mejor previsión podría el Gobierno valenciano haber solventado la inundación. Eso no corrige su negligencia e imprevisión, pero tampoco otro gobierno regional, más competente, habría podido actuar eficazmente. Es sencillo: la región no tenía, ni tendrá, los recursos necesarios. En paralelo, el Gobierno no ha declarado la emergencia nacional por mantener un concepto plurinacional de España. Defendida por sus socios separatistas y de extrema izquierda, esa tesis ha calado también en los socialistas. Sin embargo, solo aceptando que España es una nación resulta factible asumir que las catástrofes graves que ocurran en alguna de sus regiones, o en varias a la vez, competen de entrada al Gobierno nacional. Así se habría actuado desde el primer momento con todos los recursos nacionales, en vez de esperar a que los pidieran.
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