Fernando Castillo

Cuando se hablaba español en montparnasse

La tribuna

11507469 2025-03-23
Cuando se hablaba español en montparnasse

23 de marzo 2025 - 03:09

La popularidad de la presencia extranjera en el quartier parisino más destacado de la rive gauche durante esa edad de oro que fue el primer tercio del siglo XX dista de ser un tema inédito, aunque a veces la presencia española, abanderada por Picasso, no sea tan conocida. A París llegó una especial emigración de escritores, políticos, pintores, escultores, ilustradores, periodistas hispanos que comenzó estableciéndose en Montmartre abandonándolo luego por Montparnasse, el más reciente de los barrios parisinos, surgido a principios del siglo XX. Y es que los emigrantes contribuyeron al esplendor del París de los años locos y a la grandeza de Montparnasse, un barrio que no se entiende sin la aportación extranjera. En el origen del Montparnasse cultural hay quien sitúa a Paul Fort, el creador de La Closerie des Lilas, como hace André Salmon, aunque para el poeta Francis Carco, uno de los habituales del lugar, fuera Apollinaire el responsable del paso de Montmartre a Montparnasse, el impulsor de la “emigración cubista” que dará la fama al barrio. Sin embargo, a pesar de estas divergencias, todos coinciden en situar el establecimiento de Picasso en el boulevard Raspail en 1912, el acontecimiento que da carácter a la zona y atrae a otros artistas y escritores.

Desde comienzos del novecientos, los españoles se sumaron a otras ilustres emigraciones como la rusa –primero de bolcheviques y luego de rusos blancos–, la italiana, o la procedente de la Mitteleuropa, que tenían como destino el alegre barrio. A este centro de libertad dentro del permisivo París acudieron españoles de todos los pelajes y actividades en varias etapas desde los años anteriores a 1914, cuando Europa estaba aún en el siglo XIX. Esta llamada “invasión española” comienza con los Picasso, Julio González, Pablo Gargallo, María Blanchard, Celso Lagar, Vázquez Díaz, Manolo Hugué, Mateo Hernández, Eduardo García Benito… quienes participarán del esplendor montparno anterior a agosto de 1914. Después, a medida que se fueron abriendo locales de resonancias hoy míticas en la confluencia de los bulevares Raspail y Montparnasse –Le Dôme, La Coupole, La Rotonde, Le Sélect,…– se incorporaron pintores, escultores y compositores, escritores y políticos que dejaban la España primorriverista como Joan Miró, Francisco Bores, Pancho Cossío, Manuel Ángeles Ortiz, Joaquín Peinado, Dalí, Buñuel, Óscar Domínguez, Honorio García Condoy, Ismael González de la Serna Luis Fernández, Carlos Sáenz de Tejada, Joaquín Maurín, Andreu Nin, Vicente Escudero…

Si para Montparnasse los veinte y treinta fueron años locos, de referencia y casi de atracción exagerada hasta el extremo de provocar la huida de André Breton y Louis Aragon al entorno más anodino del pasaje de la Opera, para los españoles fueron unos momentos de esplendor. La emigración de la Guerra Civil y la que después de la Ocupación, una época que no estaba para alegrías, acudió desde la complicada España de la postguerra –formada, entre otros, por Baltasar Lobo, Pedro Flores, Manuel Viola, Emilio Grau Sala, Xavier Valls, Colmeiro, Vilató, Clavé y luego los modernos de El Paso, del Equipo 57, y los geométricos Palazuelo y Sempere–, completaron el elenco de españoles de un barrio que, a pesar de seguir siendo de referencia, ya vivía sus horas bajas. Ahora, como adelantaron a ritmo de swing esos punkis de la Ocupación que fueron los zazous, había llegado el momento de una mayor iconoclastia que encontró su santuario en el vecino y existencialista entorno de Saint-Germain, en cuyo templo central, el Café de Flore, reinaban tanto Sartre y Simone de Beauvoir como Boris Vian y Juliette Gréco. Cuando llegó la primavera del 68 y se buscó la playa debajo del asfalto, ya ambos barrios, convertidos en piezas de museos, estaban más atentos a recibir turistas avisados que a emigrantes con inquietudes artísticas o culturales.

Es imposible no recordar una inacabable coda latinoamericana –de Rubén Darío, Diego Rivera, César Vallejo y Vicente Huidobro a Julio Cortázar o Severo Sarduy, pasando por Alejo Carpentier y Miguel Ángel Asturias, por citar algunos– que completa esta presencia hispana en el barrio, confirmando que en algún momento el español se hablaba desde las tapias del cementerio que acoge a Baudelaire y a Saint Saëns, a los parterres del Luxemburgo. En fin, nombres, que en muchos casos son una novela y conexiones que están en la historia, que forman una compleja maraña que tiene como centro a uno de los barrios parisinos de mayor personalidad sin tener nada para merecerla. Un barrio de aluvión, lejos de la monumentalidad de Passy o del encanto haussmaniano de los grandes bulevares, que confirma lo que César González Ruano, uno de sus habitantes españoles más caracterizados en los años negros de la Ocupación, decía de él: “Montparnasse es un barrio vulgar, sin fisonomía propia, pero sus seres son otra cosa”. Naturalmente, hoy solo existen en las películas de Hollywood.

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