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Si quieres una imagen del futuro, imagínate una bota aplastando un rostro humano para siempre". Estas palabras pronunciadas por O'Brien al final de 1984 nos muestran tanto el sombrío semblante del mundo que realmente habitamos como la dimensión de la burbuja en la que nos movemos. Millones de seres humanos de buena voluntad tratan de buscarse la vida de forma desesperada, mientras esquivan la mirada condescendiente de los que mandan. Vivimos en la tierra de la excepción a la lóbrega regla que rige en un planeta inhóspito y hostil. Probablemente, de tener plena conciencia de esta circunstancia, buena parte de la sociedad dejaría atrás el mantra adolescente que te repite que puedes conseguir todo. Y además te lo mereces. No hay más que ver las portadas de los periódicos para percibir la empanada mental. Buena parte de nuestros conciudadanos confunden al siempre prescindible ejército con abuelitas caritativas. La paz es gratis y los problemas se solucionan solos. Con diálogo, dicen.
Nuestro Gobierno seguía con su vida. Más o menos como si no hubieran fallecido más de cien mil personas y hubiesen protagonizado una gestión desastrosa de una pandemia, que continúa sin someterse a escrutinio independiente. Su agenda se rellenaba con la ley trans, sus mesas de diálogo y su banca, despidiendo que es gerundio. La sociedad olvida y el verano está a la vuelta de la esquina. Con unas gotas de cambio climático, feminismo, a su manera, y veganismo para el 2050 ya está todo resuelto. El presidente Biden nos mira, que declamaría la ministra Armani, la del capitalismo inclusivo.
Decía mi abuelo Paco que hay gente que ve el mundo por la mirilla de la puerta. Vivió la posguerra en Madrid, mientras preparaba oposiciones a farista. Su madre le mandaba tortillas en el coche de línea. El moho no suponía un inconveniente. Su metáfora es la de un superviviente. Si los nietos escucharan a sus abuelos, quizá la sociedad sería menos ingenua y confiada con los que tienen la sartén por el mango y te mandan a sus esbirros para venderte la moto. Pero teniendo que actualizar el Facebook y ver la última serie de Netflix, quién quiere escuchar a un viejo.
Las rancias tendencias de ZP y Rajoy se han sublimado en el sanchismo. ¿Recuerdan a ese ministro de Defensa zapaterista que decía que era mejor morir que matar? ¿O ese presidente del PP que declaró que no le gustaban las fronteras? En 2017 casi le colocan una en el descansillo. Vivimos el resultado de esa persistente degradación. Los escribas y pelotas a sueldo del sanchismo han recibido el mensaje de decir obviedades sobre el Gobierno de Marruecos. Lo que no escucharán o leerán es que un grupo de aficionados trató de engañar a uno de los mejores servicios de Inteligencia del mundo. Esa es la realidad. No estaría mal ser un poco humildes y aprender de un Gobierno que tiene una política exterior estable y una Inteligencia eficaz. Nosotros contamos con excelentes profesionales y funcionarios, pero con unos dirigentes que creen que pueden engañar al mundo como a los españoles. Dice Sun Tzu que la fuerza es como tensar una ballesta; el buen momento es como soltar el disparo. Marruecos ha sabido disparar. Nosotros hemos respondido, "a Bruselas que vas". Muy agudo, especialmente, si tenemos en cuenta la historia de España del siglo XX y los problemas de la propia UE para sobrevivir.
Mientras tanto, nuestra Policía, Guardia Civil y Ejército son sistemáticamente olvidados y denigrados. Se compra el mejor material para las fuerzas extranjeras, mientras las propias deben tirar con lo que hay. El día de autos, el Gobierno dio otros 30 millones al Gobierno marroquí. No hay dinero para pagar un sueldo digno a nuestras fuerzas de seguridad o renovar su material e infraestructuras. Tampoco hay voluntad de dotarles de una legislación que les permita hacer su trabajo y garantice su autoridad. Lo fácil es mantener la pose antibelicista o el discursito que señala a Policía y Guardia Civil como enemigo, en vez de trabajadores que, con pocos medios, hacen un trabajo excepcional. Lo que en Alemania y Francia es normalidad democrática, aquí es ser de ultraderecha. Defender la integridad territorial en España es facha.
Los flujos migratorios son una consecuencia estructural del capitalismo, que se nutre de desigualdad. Si no se controlan las fronteras, los servicios públicos se degradarán y se privatizaran. Se agudizarán los conflictos en los barrios más pobres. Me pregunto qué intereses y quiénes están detrás de tanta ONG, cuyo fin es arreglar el mundo sin atender a las causas reales de los problemas. Dice Maquiavelo que los buenos consejos, vengan de quien vengan, conviene nazcan de la prudencia del príncipe y no la prudencia del príncipe de los buenos consejos. Algo sabía.
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