Adiós al tabernero que cautivó comensales con su 'mal' genio
Manolo era mucho más que un tabernero con "mal genio". Así, lo conocía el público en general que iba a su local como si su peculiar carácter fuese parte de la carta. Sin embargo, para sus amigos y para muchos rinconeros de varias generaciones, Manolo era un hombre bueno, cercano y entrañable. No era un hombre borde, era una persona que le gustaba controlar el orden, y en un bar como en un ultramarinos no es más que respetar "la vez". Nadie podía interrumpir su trabajo ni lanzarle una voz pidiendo cuando no le correspondía. Los turnos los llevaba él. "Manolo no era borde, era un profesional. Y esa era precisamente su gran virtud: tenía un control exhaustivo. A eso hay que sumar que era una persona tímida y el estrés que le causaba llevar bien su barra lo presionaba", comentaba ayer José Antonio Villodres, presidente de la Asociación de Comerciantes y Empresarios de Rincón de la Victoria, quien lamentaba la muerte de su amigo después de estar ingresado en el hospital aquejado de varias dolencias. Ambos se conocieron cuando tenían 20 años y experimentaron el desarrollo hostelero del municipio.
"Todo lo que ponía Manolo era calidad. Para nosotros eso era lo bueno que tenía la taberna. Todo estaba bueno. Además fue el pionero de los bares de tapas en el pueblo. Fue él quien puso tradicional taberna donde se come bien sin necesidad de más personal que él mismo y una cocinera", recordaba Villodres.
Croquetas caseras, callos, cualquier tipo de carne, champiñones a la plancha o albóndigas salían tras el toque de la campana. Tampoco le faltaba un buen jamón. "Venía gente de toda Málaga y no creo que fuese sólo para comprobar lo antipático que era tras la barra. Algo que yo ya empezaba a pensar que se había convertido en una forma de marketing, en la imagen que él quería vender", añadía el presidente de la ACERV, que recuerda las navidades que pasaba con Manolo en el Mesón Coral en el que trabajaba con sus padres.
La taberna se convirtió en punto de encuentro de periodistas, políticos, intelectuales y empresarios a quienes gustaba echar un rato con Manolo. "Al contrario de lo que la gente pueda pensar era una persona cariñosa y muy afable. Era una persona con un trato exquisito y muy educado", apuntaba Francisco Guerrero, periodista de Radio Victoria, quien compartió con él una experiencia laboral cuando montó un restaurante en una conocida discoteca de Rincón de los años 90. "Antes de abrir me lo encontraba leyendo un libro y siempre estaba contando historias. Me atraían su cultura y sus ganas de aprender", rememoraba.
La taberna de Manolo era el punto de arranque de las salidas de Alina Caravaca. En su reunión había alguien que no entendía por qué iban allí. La broma para los principiantes estaba asegurada: "llégate a la barra y pídele una caña". La reacción, tras tener contacto con él no fallaba: ¡Qué borde!. "Yo lo recuerdo con mucho cariño, venía gente de todas partes por su fama y su carisma. Había de todas las edades, y eso era porque en casa de Manolo se comía muy bien y a buen precio", dice la ahora concejal de Cultura.
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