Benarrabá, 'paraíso' nómada: "Aquí todo el mundo saluda, en Singapur nunca pasaría algo así"
La amabilidad de los habitantes es uno de los aspectos más destacados por los nómadas digitales de Benarrabá
El problema incluye interactuar con los vecinos o conocer oficios como la saca del corcho o elaborar quesos
Los pueblos de interior, el otro paraíso de los nómadas digitales en la Costa del Sol
El teletrabajo trajo consigo la aparición de los llamados nómadas digitales. Profesionales que se mueven por diferentes partes del mundo mientras siguen desempeñando su trabajo para los lugares más diversos del planeta, ya sean grandes ciudades por las que se sienten atraídos o pequeños pueblos de la España rural en los que buscan encontrar oasis de tranquilidad, conocer a sus gentes y acercarse a sus tradiciones.
Eso sí, hacerlo es más difícil de lo que parece y no siempre la realidad responde esa idea preconcebida e idealizada en sus mentes. Así lo reconoce Juan Barbed, responsable de la asociación Rooral que se dedica, precisamente, a facilitar este aterrizaje a aquellos que desean vivir la experiencia.
Benarrabá ha sido la localidad escogida para hacer una sede más permanente y en la que trabajar, en especial, en temporada baja cuando es más viable conseguir precios más accesibles y, de camino, apoyar a la localidad en esas fechas con la llegada de estos particulares visitantes.
En la actualidad el programa cuenta con seis participantes llegados desde diferentes partes del mundo. Curiosamente, ninguno de ellos es español salvo el propio Juan. Tailandia, México, Estados Unidos, Alemania o Polonia son algunos de los países que en estos momentos configuran esta pequeña comunidad que mientras trabaja comparte experiencias con los vecinos y con ellos mismos.
Y es que no solo se trata de un trabajo. También se les facilita conocer la cultura local, tradiciones o experiencias relacionadas con trabajos artesanales como la producción de quesos, vinos, saca del corcho o realización de excursiones a diferentes parajes naturales.
Todos ellos comparten espacio de trabajo en el centro de coworking que existe en esta localidad y que cuenta con diferentes puestos de trabajo y banda ancha facilitar estas estancias. "Me sorprende que tengo aquí mejor conexión que en lugares que se suponen mas preparados", afirmaba Rocío Paniagua, una mexicana afincada en Singapur que decidió vivir esta experiencia en esta pequeña localidad del Valle del Genal que es más pequeña en su totalidad que la universidad en la que se formó.
"Lo que más me sorprende es que todo el mundo te habla, en Singapur algo así sería impensable". Ella se muestra muy satisfecha con la experiencia y la forma de interactuar con la población, aunque hay algunos aspectos a los que no termina de acostumbrarse como el sonido de las campanas cada hora.
Por lo demás, parece una vecina más. Acude a la tienda a realizar sus compras, conversa con los vecinos al pasear por la calle o acude a pasar ratos en los bares y restaurantes que existen en la localidad.
Otra de estas nómadas es Kasia Triantafelo, una ciudadana polaca que en la actualidad reside en un pequeño pueblo de Portugal. Ella, como sus compañeros, también teletrabaja desde el centro de innovación del municipio y se dedica a realizar asesoramientos sobre aspectos laborales a emprendedores.
Kasia se muestra totalmente enamorada de la localidad. "Me quiero comprar una casa aquí", señala con rotundidad. Además, destaca la amabilidad de los vecinos a la hora de recibirles, ya que en su caso se desplazó con su marido, hija y su perro.
Al contrario que Rocío, está encantada con las campanas. "No tengo la necesidad de estar mirando el teléfono para saber qué hora es", señala.
Ella está realizando el viaje contrario al que inicio cuando era joven en la pequeña localidad polaca de la que es originaria. "Mi madre quería que yo estudiara para que pudiese salir de allí porque no había oportunidades, ahora estoy volviendo a los pequeños pueblos".
En su caso sí que llegaría a plantearse la posibilidad de mudarse a vivir a Benarrabá, aunque en Portugal cuenta con la ventaja de un programa fiscal especial del Gobierno central que les ayude a captar residentes para sus pueblos.
Mientras tanto, Morris Hafner, que tiene su base en Alemania, también recomienda venir esta localidad para vivir la experiencia. En su caso no se considera un nómada digital, simplemente busca vivir conocer diferentes zonas del mundo que le permitan desconectar de su día a día habitual.
Otro de los casos es Cat Lau, una tailandesa que llegó junto a su pareja, precisamente, el impulsor de este proyecto. Habituada a Bangkok al principio tuvo un importante choque personal y cultural. Sin embargo, ahora siente que descubrió una nueva forma de ver el mundo y reconoce la "sorpresa" que ello le causó.
Habituada a vivir en grandes ciudades, afirma que "este es mi nuevo lujo". Incluso en una reciente visita a Paris, ciudad en la que residió, sostiene que durante su estancia de acordaba de los abuelos de Benarrabá. "Siento que es mi hogar", señala.
Lau asegura sentirse "muy feliz" en el municipio y de la acogida que tuvo por parte de sus vecinos. Ellos no han dudado en tratarlos como unos más del municipio y regalarle todo tipo de productos que producen en sus campos. "Nos regalaron bolsas completas de naranjas, limones o nísperos y lo les preparé pasteles con ellos, ha sido mi forma de devolverles ese cariño", explica,
Aunque reconoce que al principio se sentía tímida, quizás por su condición de asiática que la hacía sentirse muy diferente, ahora no duda en integrarse y acudir a comprar pollos asados al vendedor ambulante que acude cada semana a la localidad desde el vecino pueblo de Cortes de la Frontera. Eso sí, posteriormente le da su toque personal con la preparación de un caldo asiático para acompañarlo.
El propio Barbed se considera un nómada digital que pasó por diferentes países y que finalmente decidió tener estancias más prolongadas en un mismo lugar y decidió elegir Benarrabá tras realizar experiencias piloto en diferentes zonas de España.
Curiosamente, fue durante el entierro de su abuela en un pequeño pueblo de Aragón cuando se percató que "la humanidad reside en los pueblos". Y es que en aquella ocasión los vecinos de la localidad que a muchos de ellos no les conocían les acogieron y arroparon en un momento tan delicado para ellos.
Fue entonces cuando decidió, conociendo los problemas y dificultades que él mismo había vivido, apostar por ayudar en un primer momento a todos aquellos que quieran vivir la experiencia.
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