La agroescuela de Cuevas del Becerro: comer sano y barato es posible
Alimentación
Un total de 17 alumnos se forman en sus instalaciones
Aprenden el manejo de la huerta para producir alimentos saludables
Comer sano es una tendencia que, sin temor a exagerar, se podría decir que se ha convertido en un fenómeno vital en la actualidad. Eso sí, poder hacerlo no siempre está al alcance de todos, ya que este tipo de productos no suelen encontrarse entre los más baratos en los lineales de los supermercados.
No obstante, desde la agroecología defienden que se puede comer sano sin necesidad de que sea caro. Es este concepto el que están llevando a la práctica en el primer curso de la agroescuela que comenzó a funcionar en la localidad de Cuevas del Becerro, un proyecto impulsado por el Grupo Extiércol y que cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de la localidad, La Noria y la Fundación ‘la Caixa’.
Allí un total de 17 alumnos que han sido seleccionados entre las más de 40 solicitudes que llegaron desde diversos rincones de España han comenzado a formarse en el manejo de la huerta de forma sostenible y saludable.
Y es que la producción de tus propios alimentos es una de las formas de poder acceder a algunos de esos productos inviables de comprar en el supermercado y el modo de controlar todo el proceso de producción y adaptarlo a las necesidades reales de la cada familia.
Un sistema de cultivo que incluso algunos ya han llevado un paso más lejos y lo han convertido en su forma de vida, como es el caso de la profesora de este centro, Leticia Toledo, que tiene una huerta de una hectárea y media en Arcos de la Frontera (Cádiz) desde la que abastece de hortalizas a clientes de proximidad, poniendo en práctica también lo que ahora se conoce como el consumo de productos de kilómetro cero.
Además del cultivo tradicional y en ecológico, también conlleva la reducción de intermediarios y el gasto en combustible, siendo un sistema que va más allá del cultivo ecológico y que también busca la reducción del gasto para el transporte y crear conciencia entre los consumidores sobre la necesidad de potenciar este tipo de prácticas y reconocer en los mercados el valor añadido que tienen estos productos. Productor y consumidor tienen un contacto directo y conocer sus necesidades.
Mientras tanto, los alumnos aprenderán durante los casi siete meses que durará el curso todo lo necesario para ser capaces de manejar una huerta, ya sea con destino a consumo propio o para emprender un negocio.
Durante este tiempo pasarán por todos los procesos, desde la siembra de los semilleros, preparación de la tierra, aprendizaje en el manejo de herramientas, siembra, riego y recogida de las producciones. A ello también añadirán formarse sobre cómo se puede dar salida a este tipo de alimentos o la elaboración de biofertilizantes, para lo que se contará con la participación de expertos en cada una de las materias.
“Nosotros queremos que las personas que salgan de aquí formadas entiendan que la manera de producir tiene que ir de la mano de una manera de consumir y de vender ese producto”, explica Cristóbal González, responsable del Grupo Extiércol.
Además, también resaltó otros de los principios de la agroecología, que pasa por la recuperación de la genética de las semillas y también la producción variada que se aleja de los monocultivos.
El propio grupo cuenta desde hace años con una huerta en la que aplica este tipo de prácticas y vende cestas con sus productos en Málaga, Ronda, Alcalá del Valle y en Cuevas del Becerro, localidades en las que distribuyen entre 30 y 40 cestas semanales.
Ahora con este proyecto buscan crear conciencia y formar a esos agricultores que apuestan por la vuelta a la huerta tradicional con manejos “diferentes” de la tierra.
Y es que la agroecología trata de detectar y aprovechar los recursos que tiene un territorio para ser lo más autosuficiente posible manteniendo el respeto a ese territorio en el que se vive.
“Todo el mundo tiene derecho a tener alimentos que le proporcionen salud”, defiende Leticia Toledo. En este sentido, asegura que “desde el punto de vista agroecológico todas las personas tenemos derecho a poder alimentarnos de manera saludable, es posible y no es caro, algo que podemos conseguir con algo muy localizado”.
En cuanto a sus alumnos, asegura que les trasmitirá todos aquellos conocimientos adquiridos a lo largo de sus 17 años de dedicación a este sector. “Les voy a enseñar todo lo que sé, todo lo que no está en los libros y que no pueden encontrar en internet, en definitiva, todo lo que me enseñó mi padre y mis maestros del campo”, afirmó Toledo.
Entre estos aspectos destaca la importancia de saber trabajar con una escardilla, coger una mula mecánica y saber cómo está la tierra para meterle una máquina, cuándo se poda un tomate, cuándo se echa un tomate, cómo se extrae un semilla, cómo se hace para evitar que se mezclen variedades, cómo se aporca un puerro, el modo de sembrar y sacar las patatas o identificar una enfermedad en una planta, entre otros muchos aspectos. “Son cosas que por mucho que estudies siempre hay secretos en el campo que se guardan de generación en generación”, sostiene.
Entre sus alumnos se encuentra María José Morales, una sevillana afincada en Benaoján que es profesora de Yoga y que ahora que tiene una pequeña parcela quiere producir parte de su alimentación de forma saludable.
“Llevo mucho tiempo buscando algo parecido para aprender”, dice María, que reconoce que estaba experimentando en su huerto no con demasiado éxito. “Ahora tendré la oportunidad de conocer todo el proceso y saber por qué hay que hacer cada cosa en cada momento y cuándo hacerlas”.
Junto a ella, manejando la mulilla mecánica preparando la tierra la sembrar se encuentra Pilar Bombón, una ecuatoriana que lleva 21 años en España y que tras pasar por Barcelona, Zaragoza y Málaga encontró su particular refugio en Cuevas del Becerro, donde pudo hacer realidad el sueño de tener una casa con una parcela para producir sus alimentos para sus dos hijos como hacía su abuela con ella en su país natal.
Ella es uno de esos casos que a pesar de estar concienciada desde hace mucho tiempo de la necesidad de alimentarse lo más sano posible no podía hacerlo debido a los elevados precios a los que encontraba estos productos en las grandes capitales en las que vivió. “Son muy caros, para comer sano había que ser rico”, afirma mientras una sonrisa cubre su cara al estar haciendo realidad un sueño de tantos años.
“Esto lo hacía mi abuela, ella producía lo que luego nos daba para comer”, dice, mientras no descarta llegar a poner su propio negocio en marcha.
No hay comentarios