Un alto horno convertido en bodega
Enrique Ruiz devolvió a la vida a la Real Fábrica de Hojalata, aunque ahora su labor es distinta
La producción de vinos naturales es en la actualidad su principal actividad
Málaga/La Real fabrica de Hojalata de San Miguel, situada junto al margen del río Genal, fue durante muchos años un testigo mudo y abandonado de la fructífera industria de la zona en el pasado. Un edificio fantasma que esperaba a la persona que lo devolviese a la vida, mientras sus edificios en ruinas veían pasar el tiempo sin demasiada esperanza. Nadie podía imaginar hace más de una década que aquella imagen de sus ruinas en la revista del Valle del Genal, hoy desaparecida, llegaría a manos de un enamorado de la Serranía de Ronda que por aquel entonces andaba buscando una finca con opciones de rehabilitación para construir su propio refugio, alejando del mundanal ruido de Madrid, y convertirlo en su particular lugar de fuga.
No obstante, no sería en aquel momento cuando Enrique Ruiz se haría con estas instalaciones, ya que, aunque llamó a interesarse, no se encontraban en venta, por lo que desistió de su idea. No obstante, en uno de los viajes que realizó buscando una propiedad decidió bajar a la zona y contemplar aquella imagen que se había quedado en su memoria.
No sería hasta dos años después cuando al ir a embarcar con destino a Nicaragua, país al que se fue a trabajar cinco meses, compró una revista dedicada a la venta inmobiliaria y, de repente, apareció nuevamente en su vida la Real fabrica de Hojalata. Pero en esta ocasión fueron sus motivos laborales los que nuevamente le separaron de su proyecto. El destino parecía jugarle una mala pasada. Sin embargo, guardó la esperanza de que a su regreso siguiese sin venderse y pudiese tener la opción de comprarla.
A su vuelta, tras interesarse por la propiedad, le comunicaron que seguía en venta y decidió visitar a sus propietarios -un matrimonio inglés- para tratar la posible compra. Pero tras conocer el precio de la misma regresó a la capital de España y tuvo que remitir, a su pesar, un mensaje a sus propietarios en el que les comunicaba que no podía alcanzar el precio que le habían solicitado.
Fue entonces -pensando ya que se le escapaba nuevamente- cuando aquel matrimonio decidió volver a contactarle para tratar de llegar a un acuerdo. Y es que, según le comentaron, habían visto en él a la persona que devolvería el alma a la vieja fabrica. No se equivocaron.
Hoy en día las instalaciones en las que todavía se conserva el primer alto horno de España han vuelto a la vida, aunque transformadas en una coqueta bodega destinada a la producción de vinos naturales.
En este camino de 15 años, que Enrique Ruiz reconoce que no ha sido fácil, culminó la recuperación de todos los edificios que componían aquella industria, tanto los destinados a la propia fabricación como aquellos que albergaban a los trabajadores o los destinados al culto, ya que también contaba aquel poblado con una capilla. Un trabajo laborioso y complejo para el que utilizó los mismos materiales que en su momento usaron para su construcción, ya que todos estos datos se encuentran recogidos en el archivo de Simancas.
Y mientras iba culminado la restauración, daba vueltas a cómo hacer viable aquella aventura con algún tipo de cultivo, lo que le llevó casi a decantarse por los cítricos exóticos con los que había realizado algunas pruebas y parecían adaptarse bien a la zona, aunque tras una consulta con un técnico de la Oficina Comarcal Agraria de Ronda decidió cambiar en el último momento y recoger aquella recomendación que le llevó a convertirse en viticultor.
Tras comprar los derechos de plantación para tres hectáreas -en las que posee unas 15.000 plantas de las variedades moscatel morisco, pinot noir, tintilla y garnacha- decidió que su bodega tenía que ser también un modelo respetuoso con la naturaleza y la elaboración de sus vinos lo menos intervencionista posible. Una filosofía que aplicó a los diferentes elementos de la propiedad, en la que se aprovecha el corcho de sus alcornocales para elaborar los tapones de sus botellas y se produce también la cera natural con la que son selladas.
Un modelo ecológico por el que deja que las propias levaduras de la uva arranquen su trabajo en el momento en que la naturaleza las lleven a ello para hacer la fermentación, al tiempo que se reduce al mínimo la utilización de sulfitos para el embotellado, hasta el punto de reducirlos a menos de 20 miligramos por litro, aunque la legislación permite hasta un máximo de 200.
Además, en el caso del vino elaborado con garnacha, lleva la metodología de lo natural al extremo, ya que no se utiliza ningún tipo de sulfito, aunque eso hace que sea muy delicado para su conservación y cualquier traslado sin las condiciones adecuadas puede facilitar una evolución en botella inadecuada y dañar el vino, por lo que tan solo puede consumirse en la propia bodega durante algunas de las actividades que se organizan o las visitas a las instalaciones.
En la actualidad en las reconvertidas instalaciones industriales se elaboran ya cuatro tipos de vinos tintos y uno blanco, que se venden en los mercados de Madrid, Cádiz, Costa del Sol y Málaga, y es que su pequeña producción tampoco permite el poder abarcar un mayor mercado.
Eso sí, para aquellos que quieran vivir una experiencia ecológica en un paraje natural de gran belleza y unas instalaciones únicas, la bodega ofrece visitas que incluyen un recorrido para conocer la historia del espacio y disfrutar en el primer alto horno que funcionó en España. Además, estas actividades también una cata de vinos en elaboración, cata de vinos terminados y comida, pudiendo incluso dormir en el recinto si se opta por vivir esta experiencia durante la tarde. Incluso se pueden celebrar eventos en las dependencias, ya que la antigua capilla está reconvertida para ese uso.
A ello también se unen las jornadas gastronómicas que se organizan y en las que se efectúan maridajes de los vinos con distintos tipos de cocinas. Un proyecto y una aventura que Enrique cuenta con pasión, como aquella persona que logró hacer realidad un sueño en un lugar al que el destino le llevó, aunque en ocasiones el camino no fue el que pretendía, pero ahora se siente satisfecho del recorrido realizado. El proyecto de recuperación de las instalaciones industriales y la integración en el paisaje, la economía local y el entorno también han tenido una recompensa en forma de premio.
La intervención en el medio natural ha sido distinguida por la Fundación Hispania Nostra por esa capacidad de conjugar rehabilitación e integración en el espacio en el que se encuentra ubicada.
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