Cuatro negocios históricos de la Calle San Miguel de Torremolinos: "Los inicios fueron duros"
Cada comercio dio sus primeros pasos de manera diferente: cartuchos de marisco, un traspaso, neveras de Coca-Cola o una casa mata
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Torremolinos/La calle más transitada de Torremolinos, la Calle San Miguel, aún conserva entre sus negocios, comercios históricos. A pesar de que por ella pasan miles de personas al día, que compran, comen y se hospedan en ella, pocos conocen los inicios de aquellos que los atienden. Entre estos, cuatro establecimientos que se han ganado el reconocimiento pero vienen de comienzos humildes: Marisquería La Chacha, Heladería San Miguel, Guantería Costa del Sol y Restaurante La Bodega.
Marisquería La Chacha
En 1951 el abuelo de Agustín Pedraza, dueño actual, abrió este negocio cómo una taberna de vino de una cadena de Málaga que se llamaba La Viña P. Lo de marisquería fue a posteriori. Aunque el negocio el local no fue suyo hasta 1956. El regente relata: "Unos señores vendían unos cartuchitos de marisco en el patio delantero y mi abuelo se dio cuenta del éxito que tenían y les hizo un mostrador dentro". Por esta razón todavía cuentan con dos mostradores, uno para pedir el marisco y otro para pedir la bebida.
En este sitio las comandas se cantan y el marisco se sirve fresco. Aunque los años pasen, el lugar conserva la esencia que siempre ha ostentado. El local tiene solo unas pocas mesas pero siempre llenas. Otro de los rasgos más característicos de la Chacha es que tienen el género expuesto.
"Somos reconocidos ya en el mundo entero, los años te avalan", asegura Agustín. 72 años de un negocio por el que han pasado abuelos, padres, hijos y nietos. Una clientela, a parte de los turistas, fiel a la ración de gambas a la plancha y el aliño de marisco. La Chacha es uno es posiblemente el negocio más emblemático de Torremolinos.
Restaurante La Bodega
En mayo del 81, Domingo Avisbal, dueño de La Bodega, decidió alquilar el local de souvenirs que tenía en La Carihuela y volver al local que en ese momento tenía arrendado cómo restaurante. Por el traspaso le dio al inquilino 10.000.000 de pesetas. "Después de pagarle todo eso ya no teníamos dinero para montar la tienda de regalos que queríamos montar y tuvimos que seguir con el bar y hasta el día de hoy", confiesa el dueño.
El 80 por ciento de la clientela de La Bodega es fija, "generacional", y luego tienen un 20 por ciento que asegura que son turistas. Para Domingo el negocio de la restauración es difícil ya que opina que cada vez hay menos personal cualificado y a eso se suma que los empleados antiguos se están jubilando.
Domingo sigue colaborando en el negocio ocasionalmente pero lo ha dejado en manos de sus hijos, aún así se reúne con sus amigos los fines de semana para comer en La Bodega.
Guantería Costa del Sol
Alfonso Martínez, dueño del local, abrió la Guantería Costa del Sol en 1978. Empezó siendo un solar en el que había únicamente una casa mata de pueblo "muy pequeña" con una tiendecilla en la que abrió el que ahora es un local bastante amplio. "Siempre ha habido mucho turismo, británicos, alemanes, americanos", afirma Alfonso.
El hombre asegura que a pesar de que las cosas han cambiado mucho a los clientes les gusta que el negocio mantenga la esencia original. Por ello siguen manteniendo los artículos de piel además de zapatos y bolsos sintéticos.
Alfonso tiene 87 años pero eso no le impide venir todas las mañanas a la que es su tienda para ver que todo está en orden.
Heladería San Miguel
En 1980, los padres de José Alcaide junto con sus socios emprendieron la aventura de montar una heladería. Equipados con lo básico y unas neveras de Coca-Cola. "Los inicios fueron duros", asegura el joven que ahora trabaja ayudando en la heladería.
Los helados de Marrakech y el de turrón son los más aclamados por la clientela. El número de personas que hacen una parada obligada en la heladería no deja de crecer, aún así José no se confía y duda: "Hoy estoy aquí, mañana no se dónde estaremos"
Todos estos negocios han visto a la calle San Miguel cambiar con los años mientras ellos también cambiaban. Comercios familiares que han pasado de abuelos a hijos y después a nietos. Generaciones enteras que han disfrutado y disfrutan de estos históricos locales.
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