El padre que rescató al pequeño Naim en una piscina de Benahavís tenía una deuda pendiente: no pudo salvar a su bebé de muerte súbita

Juan Alberto espera reencontrarse con el niño, de 5 años, que todavía está ingresado, en una fiesta que la familia tiene planeada: "Quiero verle sonreír y darle un abrazo, esa será mi mejor recompensa"

Lanza una advertencia a las empresas de socorrismo acuático: “Vigilar una piscina no es una partida de póker”

Un helicóptero aterriza en el Guadalmedina para trasladar a un menor con síntomas de ahogamiento al Materno de Málaga

Juan Alberto, hombre que salvó a un menor de 5 años
Juan Alberto, hombre que salvó a un menor de 5 años / M.G.

“No respiraba, no tenía pulso, estaba amoratado. Los cinco sentidos me pidieron que tirara de todo lo posible para revivir a ese niño”. Se llama Juan Alberto Sánchez y es el padre que esta semana ha salvado in extremis a un menor de 5 años que se estaba ahogando en la piscina municipal de Benahavís. Pero su historia va más allá de poner a salvo al niño, que tuvo que ser trasladado en helicóptero hasta el Hospital Materno Infantil, donde sigue ingresado, aunque estable, con un edema pulmonar. La tarde de autos, Juan Alberto todavía se recomponía de un duro revés que la vida le propinó hace seis años: su hija, con poco más de 20 días, padeció muerte súbita mientras estaba dormida en la cuna. A ella no pudo rescatarla.

"Hice lo imposible por reanimar a mi hija"

En aquel infortunio, la ambulancia tardó, relata, 40 minutos en acudir hasta la vivienda tras haber pedido auxilio al Servicio de Emergencias Sanitarias 112. "Cuando los sanitarios llegaron, la muerte era irreversible. "Hice lo imposible por reanimarla”, se lamenta con la voz quebrada. Ahora, el milagro del pequeño Naim, hijo de una familia marroquí con nacionalidad española, le ha servido, pese a que nadie le devolverá a su bebé, para reconciliarse con él mismo.

Juan Alberto es un fiel defensor de la idea de que las "casualidades no existen". Este miércoles, el destino, quizá, quiso que alterara su rutina. No llegó a la hora habitual a la piscina del polideportivo, a la que, a sus 48 años, suele acudir con su hijo, de 8, para nadar entre 2 y 3 kilómetros. Iba a colocarse el bañador de natación cuando dos únicas palabras pronunciadas por una madre le erizaron la piel. "Pasó por detrás de mí diciendo: "Mi hijo". Levanté la cabeza, miré a la izquierda y vi que el niño estaba ya en posición de ahogamiento", relata en declaraciones a este periódico. Al percatarse de la situación de peligro y, tras observar el cuerpo del pequeño Naim ya flotando boca abajo, el hombre se lanzó al agua y nadó hasta llegar a él. "No dudé en tirarme y en sacarlo de la piscina", asegura.

"Si llega a estar un minuto más en el agua no se salva"

Una vez fuera, Juan Alberto, que es socorrista de salvamento terrestre y acuático aunque ya no ejerce, colocó al menor boca abajo, con la cabeza también inclinada hacia el suelo y, luego, le hizo, con la implicación de otras tres personas, la maniobra de Heimlich. La ayuda de Eugenio Guerrero -empleado del bar de la piscina- Abbie Harpur, una enfermera australiana de vacaciones en la Costa del Sol y una sanitaria anónima, resultó crucial para que el niño recuperara las constantes vitales: un cóctel que hizo posible que se obrara el milagro. "Los médicos dijeron que si llega a estar un minuto más en el agua no se salva. Todos pusimos de nuestra parte", apostilla Juan Alberto. El pequeño había sufrido un "ahogamiento con atragantamiento". "Expulsó muchísimo vómito, síntoma de que había comido recientemente", intuye.

"Hay que creer en la vida"

El niño, según el testimonio de Juan Alberto, se encontraba bajo la supervisión de su madre, que pudo haberse distraído atendiendo a otro hijo, conclusión a la que llega porque Naim, recalca, llevaba "2 o 3 minutos" sumergido en el agua sin salir a la superficie. El escaso tiempo que transcurrió desde que tumbó al niño sobre el suelo del césped hasta que comenzó a recuperar el pulso, se le hizo "eterno y traumático". "En cada una de las insuflaciones que le hacía pensaba: "Si también se me va, me muero", pero chapó, porque hay que creer en la vida", subraya. Y mientras tanto, hizo de tripas corazón para evitar pensar en el trágico desenlace de su hija. "Me puse la coraza que todos los humanos tenemos para afrontar la adversidad", recalca. Cuando dejó la mente fría, se vino abajo recordando a la pequeña, que ya habría cumplido seis años.

"Un ángel bajó de arriba para ayudarnos"

Sus palabras definen aún la crudeza del sentimiento que inunda su corazón. Pero con la recompensa de saber que ha salvado tres vidas: la de un menor de 5 años, la del socorrista de la piscina que no supo reaccionar al entrar "en estado de shock" y, en cierta medida, la suya propia. "Pude quitarme una espina del pasado. Posiblemente, cuando esa madre pasó cerca de mí un ángel bajó de arriba para ayudarnos", afirma. Fue, manifiesta, "una alegría innegociable ver que el niño volvía a la vida". "No hay lotería mayor que esa", expresa.

Pese a su encomiable hazaña, y en un intento por restarse mérito, el hombre que ha auxiliado al pequeño Naim cree que el suyo no fue un “acto heroico sino humano”. Ahora, se ha convertido, sin pretenderlo, en un héroe local, abrumado por las múltiples felicitaciones en Benahavís. No espera reconocimientos, sino que compartiendo su testimonio con Málaga Hoy la sociedad tome conciencia de la necesidad de extremar la vigilancia y no descuidar ni un instante a los menores en las piscinas. A renglón seguido, lanza un órdago a las empresas de socorrismo acuático: “Vigilar una piscina no es una partida de póker”.

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