Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Axarquía/Cuando un vaso se rompe no se puede reparar, se pueden unir los pedacitos, incluso se puede tomar líquido de la taza, pero jamás volverá a ser el vaso de antes de romperse. Al final y al cabo es un simple objeto, pero, ¿qué pasa cuando lo que se quiebra es el alma de una persona? Hace más de 30 años, una joven chica enamorada acudió a la llamada del amor, lo que parecía una cita acabó en abuso sexual. Como si no hubiera pasado nada, esta adolescente volvió a casa sin decir nada, no sabía que su alma se había quebrado en mil pedazos y que por mucho que quisiese unir los trozos, su vida había cambiado para siempre. Posterior a esto, sus compañeros de colegio se burlaron de ella, adoptó una fama que nunca mereció y recibió bullying, aunque por aquella época ni existía ese término. Como si este castigo no fuera suficiente, con el paso del tiempo conoció a otros chicos, estos la maltrataron psicológicamente. Esto llevó a la joven a intentar acabar con su vida varias veces, desquebrajada cuidó de un bebé ella sola y con ayuda de amigos y familiares consiguió vivir una "vida normal", ahora, no tiene miedo de su pasado y cuenta su historia para ayudar a tantas otras protagonistas en la sombra, esta es la vida de Karina (nombre ficticio), una mujer de la Axarquía.
Karina tiene casi 50 años, es profesora de primaria, milita en colectivos de base desde hace más de 20 años, también da charlas de educación en igualdad y prácticas relacionadas con este tema. La maestra afirma sentirse "muy realizada en mi trabajo" y que "vive una vida normal", es feliz y ha encontrado una pareja que "me permite construir algo por fin", y tiene un hijo adolescente que le acompaña en su rutina. A pesar de esto, todos los días se tiene que levantar y afrontar una batalla diaria, que sabe que nunca va a acabar y que mientras viva tendrá que asimilar. Sus heridas están cicatrizadas de por vida y hace "por mantenerlas presentes, porque no puedo huir ni olvidar mi pasado". Así vive una víctima de violencia de género, una de tantas: "Lo más importante de esto es recordar una y otra vez que mi historia y las demás no son aisladas, que hay muchísimas más por contar".
"Tenía 15 años, estudiaba en un colegio religioso. Salí con una amiga cuando el chico que me gustaba me pidió quedar. Aquello que parecía tan guay acabó en un abuso sexual frente a una iglesia por el chico que me llamó y otro amigo suyo. A partir de ahí, me volví a mi casa y no le conté nunca nada a nadie. Lo peor no fue que fuera mi primera vez así, fue que el chico me vendió una fama horrible. Entonces empezó un infierno, no era una persona, era eso que dijo sobre mí. No podía ni ir al baño. Se rieron de mí, me pegaron incluso me arrastraron del pelo por el pasillo sin que hubiera ninguna consecuencia, y mucha violencia más que no se puede ni describir para no traumatizar al que lo escucha. Tras esto dejé de ir a clase, empecé a autolesionarme, especialmente en la cara, me intenté quitar la vida dos veces", afirma la víctima, que añade que "nunca sabe afrontar esto, por mucho que se lo diga a mi terapeuta".
El tiempo pasó, pero ella "vivió una pesadilla diaria durante años, en la cual yo me levantaba sin saber que agresión iba a recibir. Decidí que me tenía que comportar según esta etiqueta, estuve con personas con las que nunca debí estar y esto provocó otro intento de acabar con mi vida. Mi profesor de matemáticas me salvó y empecé a ir a terapia. Más tarde conocí a otro chico. Yo en su momento no lo vi, fue una persona abusiva, me decía que tenía que hacer, cómo vestirme incluso que decir, pero paradójicamente, aquello me vino bien en una parte, perdí esa etiqueta que me pusieron. Después de mucho tiempo, saqué la fortaleza para dejarle", expresa la maestra.
Tras la relación, la mujer ingresó en colectivos feministas. "Fue allí donde conocí a un "chico súper feminista". Ideológicamente, éramos muy afines y todo parecía ir muy bien hasta que me dejó embarazada y se fue. Así, otra vez me tocó lidiar con una situación vital que yo no había elegido y vivir la vida que otra persona había decidido por mí, ser madre soltera. Diez años después, me llamó para pedirme perdón y confesó todo lo que hizo, fue el último que lo admitió. Después de la ruptura, seguí estudiando, intenté revivir mi vida y volví a conocer a otra persona", describe.
"Ahora me tocó vivir una nueva faceta, el maltrato psicológico. Estuve seis años con una persona que no valía nada que me hacía sentir como una manipuladora. Al final, me dejó por otra persona, al igual que el padre de mi hijo. Me decía: esto no es así, tú estás insegura, lo estás pagando conmigo... todo eso mientras descubrí a la otra persona. Posterior a esto, llegó el último intento de quitarme la vida", describe Karina.
"Cuando tú te crees que eres una 'súper woman', que puede con todo, que abusan de ti, y te dices que no pasa nada, que crías un hijo tú sola y no pasa nada, pero sí pasa. Ese personaje se rompió, cogí el coche para tirarme por un barranco, en ese momento, cuando iba hacia abajo se me encendió la bombilla y dije: no puedo sola. Esa fue la fortaleza más grande de mi vida, admitir eso, y asumir mi responsabilidad de no haber pedido ayuda nunca. Fue ahí cuando conocí a mi terapeuta, a quien le debo literalmente la vida", narra la víctima, que admite tener suerte "por tener dinero para ir a terapia. ¿Qué pasa con las que no pueden permitírselo? ¿Quién las ayuda?".
La axárquica recuerda que "tuve que recorrer caminos muy dolorosos en terapia. Me vi obligada a leer con mi puño y letra todo lo que me había pasado. Con eso, me pregunté: ¿Cómo había sobrevivido a eso? Y reconocí que soy una víctima en casi todas las facetas de violencia machista".
"Después de 30 años entendí que yo tenía que salir de ahí y que lo tenía que contar. Escribí relatos, poesías y un libro. Sé que muchas mujeres que lo han leído se ven reflejadas. Somos tantas... No es nada privativo, nada que solo me haya pasado a mí. En las charlas feministas descubrí muchísimos casos. Eso no lo hace menos doloroso, al contrario, te da más rabia", describe la protagonista.
Karina destaca la importancia de no quitar protagonismo a las tantas víctimas que no pueden contar su relato. "Ojalá no tuviera que salir más el 25N, ojalá no se callara nunca más una chica de 15 años que haya sufrido esto. Yo no soy especial, mi caso es uno más, no es aislado. Hay tantísimas... Ellas no están ni estarán solas, necesitamos combatir esta lacra", expresa.
"Muchas veces me he preguntado qué hubiera pasado si hubiera pedido ayuda antes. Mis padres no saben absolutamente nada de lo que me pasó, ni yo se lo voy a decir, supondría un dolor terrible. Estoy segura de que si lo hubieran sabido me hubieran ayudado. A mis hermanas tampoco se lo conté. La pequeña me dejó de hablar en el instituto para evitar que le pasara lo que me pasó a mí. Ahora nos queremos muchísimo. No hay derecho de que tengas 16 años y no tengas adolescencia. Esto no solo me afectó a mí, sino a los de mi entorno. Cuánto dolor sufriría ella", se sincera Karina.
Paralelamente, además de su lucha por seguir viviendo, Karina afronta otra guerra interminable contra la bulimia. "Es algo que va a permanecer toda mi vida también. Desde los 16 años tengo que luchar contra esto. A veces tengo brotes y me afecta, pero está controlado ahora, cuando esto ocurre llamo inmediatamente a mi nutricionista y ella me ayuda. Es muy duro, controlo las veces que vomito a la semana", explica la víctima de violencia machista.
Esta es la historia de una víctima de violencia de género "una de tantas". Karina asegura que aprende con el tiempo, su enemigo y amigo dependiendo de la situación. Ella ha perdido el miedo, afronta diariamente su pasado y admite los errores que cometió. Ahora, sin bajar la guardia, es educadora "cosa que me da la vida, completamente", en su tiempo libre se divierte con su hijo y ofrece ayudas a otras mujeres. Una mujer valiente que por más que le haya golpeado la vida, ha seguido luchando y ha conseguido salir "de ese barranco de oscuridad infinito", se sacó dos carreras, un máster y consiguió la forma de paralizar el tiempo para poder criar, ella sola, a un niño. "Nadie, ni nada va a poder contra mí. Nunca más, punto final".
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