El Valle del Guadalhorce, dos semanas después del paso de la DANA: “Estamos aún en shock y muy agotados”

Vecinos de Álora afectados continúan rehabilitando sus viviendas con la ayuda de los voluntarios y esperan recibir ayudas por parte de las administraciones para "poder seguir hacia adelante"

La Aemet sube a naranja el aviso por fuertes lluvias en Málaga por la llegada de una nueva DANA

Germinal, uno de los afectados por la DANA en Álora. / M. J. D. A.

El camino luce algo más pulcro y las botas ya no hacinan ni la mitad de fango entre un paso y el siguiente. Los vehículos arrasados descansan en un lugar mejor y a algunos vecinos no les ha quedado más remedio que regresar a sus obligaciones. En los márgenes del carril, se acumulan cítricos derribados y montículos de barro -mezclado con juguetes y otros objetos que apenas se adivinan- que las máquinas han sacado de las casas. Entre semana solo hay algunos voluntarios; sábados y domingos “muchísimos”. Han pasado quince días desde que las inundaciones catastróficas devastaron el valle del Guadalhorce y aún “queda mucho por hacer”. Muchos afectados están aún “en shock”, a lo que se suma el agotamiento.

El paso de los días y las labores interminables para reparar sus viviendas están haciendo mella en los vecinos de Los Aneales, en Álora (uno de los municipios más afectados por la gota fría en la provincia de Málaga). María del Mar y su marido, que residen en un piso que una conocida les ha prestado, se despiertan a primera hora de la mañana para preparar a sus pequeñas, de cuatro y ocho años, y llevarlas al colegio. Después, acuden a sus respectivos trabajos. En cuanto consiguen hacer hueco y encuentran medio de transporte -pues, han perdido su vehículo en la riada- se desplazan a su casa para continuar sacando barro. A estas alturas, reconocen están “muy cansados”. 

“Mi idea era este fin de semana ir metiendo muebles para intentar volver a vivir aquí la semana que viene, pero viendo cómo sigue todo, lo veo imposible”. A María del Mar le cuesta contener las lágrimas. No imaginaba que “algo así podría llegar a ser tan traumático”. Cuenta que sus hijas han necesitado de ayuda psicológica para atravesar el duelo. A ella, sobre todo, le atormenta el pensamiento de que pueda volver a ocurrir algo similar. “El miércoles hay aviso naranja y yo tengo mucho miedo. Las niñas dicen que solo vuelven si les ponemos camas colgantes”.

Así ha quedado el vestidor de la casa de María del Mar. / M. J. D. A.

Mientras tanto, en una de las habitaciones de su casa, Ángeles y Lego tratan de limpiar con agua a presión el barro de las paredes. Solo hace unas horas que llegaron a Málaga tras una semana en los pueblos valencianos afectados por la DANA. El pasado martes se casaron en su pueblo, Casabermeja, en zapatillas y chándal. En la puerta, la furgoneta cargada de artículos de primera necesidad les esperaba. Nunca soñaron con pasar la luna de miel en Paiporta, Benetúser o Algemesí, ataviados con guantes, mascarillas y botas de agua. Pero, no lo pensaron dos veces. “Teníamos que aprovechar el permiso que le dieron a mi marido en el trabajo para ayudar”, comenta ella. 

Tras una semana achicando agua y apartando lodo a destajo, confiesan que están “cansados”. Pero, ni la fatiga les ha parado. “También queríamos ayudar en nuestra tierra y nos dijeron que María del Mar la necesitaba. Ella está en una situación muy complicada y necesita voluntarios que arrimen el hombro”, dice Ángeles al tiempo que explica que hay grupos de WhatsApp a través de los que se movilizan y coordinan. 

El matrimonio tiene previsto subir de nuevo a Valencia. También seguir visitando a María del Mar y al resto de vecinos. “Cuando el foco mediático ya esté en otra cosa, ellos seguirán necesitando nuestra ayuda y ahí estaremos”. 

Es la otra cara de la devastación: la oleada de solidaridad de decenas de personas -en su mayoría, jóvenes, señalan los damnificados- que, tras la tragedia, han acudido a sus hogares con palos, escobas y cubos al hombro. Los ojos vidriosos, color añil, de Jesús muestran su agradecimiento. “Nunca he visto una cosa igual, al menos 90 voluntarios el pasado fin de semana. No se veía fin a la hilera de coches, de verdad que nunca habría esperado algo así”, confiesa en la puerta de su casa; detrás, sus muebles apilados esperando a ser rehabilitados o llevados al punto limpio. Asegura que “la cosa va mejor” y que él también va remontando, aunque solo le haya quedado una silla de plástico en la que poder sentarse.

Así ha quedado la casa de Germinal, en Álora. / M. J. D. A.

Algunos como Germinal esperan las ayudas de las administraciones como única vía para seguir hacia adelante. “Ahora mismo no tengo trabajo y sin la colaboración de los dirigentes yo no puedo hacer nada”, lamenta. Natural de Málaga, este afectado por el desbordamiento del Guadalhorce encontró en La Isla (Álora) una vivienda que poder comprar durante la pandemia de la Covid-19. Hace dos años, el inmueble se incendió. Ahora, estaba terminando de rehabilitarlo: “Acababa de poner el suelo del baño y he vuelto a perder todo”. Estima que el valor de los daños que ha sufrido -con el coche incluido- asciende a los 100.000 euros. 

Los días los pasa limpiando en Álora y las noches tratando de descansar en una habitación que le han dejado en Torremolinos. Pero, admite que no está tranquilo. “El agua ha arrancado rejas y vallas, estamos vendidos”. Aunque no ha quedado apenas nada de valor, cuenta que hace unos días le robaron una carretilla que le habían donado. “¿Cómo puede haber gente intentando aprovecharse de estos momentos?”. No hay respuesta. 

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