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La Cala del Moral/En el corazón de La Cala del Moral, un rincón de nostalgia permanece escondido entre el verde y el azul del Mediterráneo: el cine de verano Las Palmeras y el Baluma. Estos dos iconos del entretenimiento no solo compartieron una proximidad física, sino que también se entrelazaron en el corazón de los vecinos y de los turistas. Las Palmeras, con su pantalla grande y su aroma a palomitas recién hechas, y Baluma, con su bar-discoteca y zona de deportes, se convirtieron en los protagonistas de innumerables recuerdos veraniegos. Juntos dieron vida a una era dorada en la Cala del Moral, un tiempo en que el cine y el bar no solo ofrecían escapismo, sino que también construían comunidad y forjaban memorias que perduran hasta el día de hoy.
La historia de Las Palmeras comienza en 1984, cuando Jesús Fernández Martín, un apasionado del cine, decide cerrar el cine de verano Miramar para dar paso a un nuevo proyecto. Fernández, que ya había sembrado la pasión por el cine en la Cala del Moral desde los años 50, buscaba un lugar donde su visión pudiera florecer nuevamente. Así, se contactó con José Luis Gutiérrez, conocido como Chico Repullo, quien le alquiló un terreno para construir el nuevo cine.
Los primeros pasos no fueron sencillos. Las barreras burocráticas y las quejas de los vecinos pusieron a prueba la determinación de Fernández. Sin embargo, la promesa de un espacio donde la magia del cine podía hacerse realidad superó los obstáculos. Con cada piedra colocada y cada butaca instalada, Las Palmeras se fue transformando en un sueño palpable.
El cine abrió sus puertas hace más de tres décadas y pronto se convirtió en un lugar querido por todos. José Muñoz, operador de cámara y testigo de su apogeo, lo recuerda con un brillo nostálgico en los ojos. "Era un lugar espectacular, un verdadero oasis de diversión y alegría. El aroma a dama de noche que impregnaba el aire le daba un toque mágico," dice.
Las Palmeras contaba con una capacidad de 700-800 butacas, lo que permitía a las familias y amigos reunirse para disfrutar de una noche de cine bajo las estrellas. La experiencia no se limitaba solo a las proyecciones. El cine contaba con una hamburguesería que ofrecía bocadillos y refrescos y un quiosco que servía palomitas y chucherías. Era un lugar donde el aroma a comida rápida y el bullicio de los amantes al cine se mezclaban con la emoción de la pantalla grande.
El cine no solo proyectaba películas; era un centro de comunidad. Las noches de verano estaban llenas de risas y emoción. La programación incluía una mezcla de éxitos recientes y películas para todos los públicos, creando un ambiente de disfrute.
El cine también fue testigo de eventos especiales que dejaron una marca indeleble en la memoria colectiva. Uno de los momentos más destacados fue la actuación de Fofito y su equipo de payasos. El cine se abarrotó y la risa de los niños llenó el aire, convirtiendo una noche cualquiera en una experiencia inolvidable.
"Recuerdo que el primer día de cine, mi suegro donaba los beneficios a la iglesia local," relata Muñoz, añadiendo un toque de altruismo a la historia. "Era una forma de devolver a la comunidad lo que tanto nos había dado."
A pesar de su éxito, el avance tecnológico y la competencia pusieron fin a la era dorada de Las Palmeras. La llegada del cine digital y el alto coste de las nuevas máquinas hicieron que el mantenimiento del cine fuera insostenible. El alquiler del local, que solo se utilizaba durante los meses de verano, también se convirtió en un desafío.
A principios del nuevo siglo, el cine cerró sus puertas, dejando un vacío en el corazón de La Cala del Moral. La nostalgia por el cine es palpable en cada rincón del pueblo. Las historias de las proyecciones, las tardes de palomitas y las risas compartidas continúan vivas en las conversaciones y recuerdos de sus habitantes.
Gutierrez, uno de los que fue propietario del solar y ex dueño del Baluma, utilizó el espacio como taller para su primera colección de esculturas, Sinergia Tubular. Este giro artístico le dio una nueva vida al espacio, aunque de una manera muy diferente a la que había tenido en el pasado.
En 2020, el cine fue vendido a un particular, y el solar donde se encontraba se ha convertido en un lugar aparentemente abandonado que evoca flashbacks de nostalgia en quienes pasan por allí. Aunque el cine ya no existe en su forma original, su espíritu sigue vivo en la memoria colectiva del pueblo.
Por otra parte, inaugurada en 1985, la discoteca Baluma rápidamente se convirtió en el punto de encuentro favorito de los jóvenes deseosos de disfrutar de música, baile y fiesta. Bajo la dirección de su dueño, Chico Repullo, las fiestas organizadas en Baluma dejaron una huella imborrable en la comunidad de la Cala del Moral. Situada en una ubicación privilegiada, en primera línea de playa, Baluma no solo era un local nocturno, sino también un centro deportivo dinámico. Ofrecía una variedad de torneos y actividades que iban desde regatas de windsurf y campeonatos de voleibol hasta sesiones de aerobic en la playa. Además, sus canchas de squash gozaron de gran popularidad, consolidando a Baluma como un epicentro de diversión y deporte a lo largo de los años.
Las Palmeras compartía una relación especial con el cercano Baluma. Ambos lugares, nacidos casi simultáneamente, se complementaban a la perfección. "Los padres dejaban a sus hijos en el cine mientras ellos disfrutaban en Baluma, y viceversa," explica el ex propietario. Esta simbiosis entre el cine y la discoteca creó un ambiente único en la Cala del Moral, donde familias y amigos podían disfrutar de una amplia gama de actividades y entretenimiento en un solo rincón, creando recuerdos que perduran en el tiempo.
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