La Donaira, la finca-hotel de la Serranía de Ronda, que opta a un premio de 'National Geographic'

Turismo

El resort, nominado a mejor hotel en entorno natural por National Geographic, se ubica en una finca de 700 hectáreas gestionada bajo los preceptos de la biodinámica

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Habitación principal del hotel.
Habitación principal del hotel. / Javier Flores

Nominado por National Geographic al mejor hotel en entorno natural, La Donaira es mucho más que un alojamiento de lujo con espectaculares habitaciones e instalaciones comunes, es una forma de vida bajo los conceptos de la biodinámica en una finca de 700 hectáreas que es el verdadero sustento del alojamiento. Sin esa forma de trabajar, la vida que alberga y los productos que se cultivan en sus diferentes parcelas, no sería viable, al menos, de la forma que la conocemos.

Situado en pleno corazón de la Serranía de Ronda, en el límite de la absurda frontera administrativa que divide este territorio entre las provincias de Málaga y Cádiz, para llegar a este complejo es necesario hacerlo por la provincia gaditana, a la que mira de forma cercana y con mimo. Y es que la imponente sierra de Grazalema hace de marco de fondo para un paraje de gran belleza y que tiene uno de los atardeceres más bellos de Andalucía.

En el alojamiento todo se cuida hasta el mínimo detalle, buscando que los huésped se puedan sentir como en su propia casa y ofreciendo unas instalaciones de primer nivel en las que se pueden disfrutar de numerosas actividades sensoriales.

Habitaciones de gran lujo

Las impresionantes habitaciones, al igual que las instalaciones comunes, están pensadas para mirar en todo momento hacia su entorno rural. Grandes ventanales se abren en los gruesos muros del cortijo dejando pasar la luz al tiempo que se convierten en un cuadro natural casi hipnótico que te atrapa mientras degustas una comida, lees un libro o simplemente descansas en la cama.

Yurta situada en mitad de la naturaleza.
Yurta situada en mitad de la naturaleza. / Javier Flores

Mientras tanto, en su interior todo tipo de comodidades y detalles, incluidos jabones naturales hechos en el hotel, ponchos de Grazalema para cuando baja el frío, bolsas de lana merina o zapatillas crocs. En las zonas comunes se pueden encontrar paraguas, sombreros o bastones para caminar. Todo ello acompañado de numerosos libros de lectura y hasta un gran piano de cola.

Una naturaleza que también entra por los ventanales de su imponente salón o su centro wellness, en el que se puede disfrutar de su spa mientras se observa como transcurre la vida en el campo con la sierra de Grazalema de fondo. Un espacio que a determinadas horas puedes cerrar en exclusiva para disfrutar con tu pareja o grupos de amigos. Todo un lujo.

Los clientes disponen de diferentes experiencias

Y es que más allá de lujosas instalaciones, el complejo cuenta con un amplio abanico de experiencias para que los clientes puedan vivir diferentes experiencias en mitad de la naturaleza, desde un tranquilo paseo por los senderos de la finca, pasando por montar en un caballo lusitano, participar en una clase de yoga, recibir un masaje o disfrutar de una cata de vinos naturales en alguno de sus rincones bajo la dirección de su sumiller, David Raya, que junto en colaboración en La Donaira puso en marcha el proyecto Roca Viva para elaborar vinos naturales con uvas de diferentes zonas de Andalucía que se cultivan bajo los conceptos de la biodinámica. Además de los propios de la finca, que también cuenta con varias zonas de viñedos.

La cata de vinos naturales en rincones de la finca es una de las experiencias.
La cata de vinos naturales en rincones de la finca es una de las experiencias. / Javier Flores

Un tipo de vinos que se han extendido durante los últimos tiempos y que Raya defiende con vehemencia, eso sí, dentro de los parámetros que debe cumplir un vino de calidad, no en vano, en la bodega del hotel cuentan con 350 referencias de vinos naturales procedentes de diferentes partes del mundo.

Allí, en mitad de una milenaria dehesa de encinas y rodeados de paz; tierra, animales, vegetales y personas conviven en perfecta armonía tratando de complementarse y evitar la explotación de los recursos naturales.

La finca produce buena parte de los alimentos

Y es que la finca produce gran parte de los alimentos que posteriormente se consumen en el hotel. Así, vegetales, carnes, lácteos, aceite, huevos o vinos proceden de la propia finca, en la que se aplica en todas sus parcelas los conceptos de la biodinámica. “Tan solo realizamos una vez a la semana un pedido de pescado de la bahía de Cádiz”, explica la chef, Nerea Ortiz de Urbina, que está al mando de los fogones junto a Manuel Vargas.

“La finca nos da prácticamente todo lo que necesitamos para elaborar nuestro menú diario, es un concepto lleno de verdad que no habíamos encontrado antes en ningún otro lugar”, dice Nerea. Y es que incluso el sacrificio de los animales está determinado por las necesidades del consumo. “Claro que servimos carne, pero vamos sacrificando animales conforme nos hace falta, no matamos para almacenar”, señala la chef.

La mayoría de alimentos que se consumen se producen en la finca
La mayoría de alimentos que se consumen se producen en la finca / Javier Flores

Además, pan, pastas o postres también se realizan en las instalaciones, siguiendo la máxima del aprovechamiento. “Aquí no se tira nada”, resalta.

Una filosofía en la cocina que nace en el campo. Allí se pueden ver pastar a las yeguas, vacas y ovejas que forman parte del ganado que existe en las instalaciones y que viven en grandes espacios abiertos.

El huerto abastece de vegetales al restaurante

Mientras tanto, en el huerto se mantiene la misma forma de trabajo, creando los plantones propios y limitando el cultivo a los productos de temporada que posteriormente marcarán el menú del restaurante.

Un trabajo que está a cargo de José Antonio, que muestra con orgullo el fruto de sus horas de dedicación a este espacio en el también buscan sorprender a los clientes llevado en su estado natural a la mesa algunas plantas que en la vida diaria encontramos en forma de bote, como es el caso mostaza.

El huerto suministra los vegetales de temporada que se consumen.
El huerto suministra los vegetales de temporada que se consumen. / Javier Flores

Eso sí, vivir esta experiencia no se encuentra al alcance de todos los bolsillos, y es que poderse alojar en alguna de las habituaciones situadas en el cortijo o una de las dos yurtas ubicadas en mitad de la naturaleza nos puede costar entre 880 euros y 1490 euros en función de la categoría que elijamos. Eso sí, en todos los casos de trata de régimen de todo incluido, a excepción de las actividades extras que queramos contratar.

La dehesa biodinámica es visitable

No obstante, para aquellos que quieran conocer esta forma de trabajar y convivir con la naturaleza, desde hace tres años el resort cuenta con un programa de visitas que permite conocer el funcionamiento de la dehesa biodinámica por precios muchos más módicos.

Y es que un recorrido por el interior de la finca en todo terreno o un remolque especial tirado por un tractor oscila entre los 25 y los 80 euros, en función de si solo elegimos realizar el recorrido por la finca o incluimos unas tapas o el almuerzo en un paraje habilitado para ello.

Yeguas con las que se puede interactuar.
Yeguas con las que se puede interactuar. / Javier Flores

Durante el mismo se pueden ver las ovejas, vacas pajunas o wagyu, caballos lusitanos con los que interactuar, gallinas y gansos. Además, también se visita el huerto para conocer la forma de trabajar los vegetales.

Una parada que cuenta con una tienda en la que se pueden adquirir algunos de los productos que se elaboran en la finca como vino, miel o aceite, incluso disponen de ponchos realizados en la vecina Grazalema.

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