Feria de Ronda: La pregonera Mariló Montero defiende el papel de la mujer en la tauromaquia
Toros
La periodista y presentadora pregonó la Goyesca resaltando la lucha de las toreras por conseguir la igualdad en un mundo que las rechazó en demasiadas ocasiones
Pregón íntegro de Mariló Montero para la Goyesca de Ronda 2023
Miles de personas participan en el arranque de la Feria de Pedro Romero de Ronda
Morante, Manzanares y Roca Rey, cartel de la Goyesca de Ronda
Ronda/La niña Mariló Montero se quedó prendada de un toro de ojos verdes. Cuenta que una vez descubrió que el poeta sevillano Fernando Villalón se arruinó persiguiendo el sueño de crear una ganadería en la que los astados tuvieran ese color de iris. A ella, sin embargo, aquella visión le sirvió para cultivar una afición que anoche pudo exhibir en Ronda.
La hoy periodista pregonó la Goyesca, una de las corridas señaladas en el calendario de la fiesta, en un acto organizado por Tauromundo. Lo hizo con una fuerte reivindicación del papel de la mujer. Un relato que recogió las olvidadas hazañas que protagonizaron en los ruedos. Pero también recordó el escarnio y las descalificaciones que sufrieron en su empeño.
La también presentadora de televisión y articulista del Grupo Joly desarrolló su intervención en el Convento de Santo Domingo. Su voz resonó en sus muros para realzar la labor que realizaron a lo largo de la historia las más de 2.000 toreras al tiempo que se lamentaba del escaso reconocimiento que cosecharon. “El gran desconocimiento popular por las gestas que consiguieron estas mujeres se debe, en gran manera, al veto intencionado de las publicaciones y al desprecio hacia su arte”, señaló. De algunas dijo que además de lidiar el toro, batallaron contra la peor de las bestias: “La censura”.
La Biblioteca Nacional cuenta con 8.600 obras dedicadas a la temática taurina, Montero resaltó que solo en diez las protagonistas en exclusiva son mujeres. Un claro ejemplo del olvido que denunció. “De los 30 tomos de la última edición de El Cossío, ellas apenas ocupan 37 páginas, y hasta hace poco sólo once”, apostilló la periodista.
Montero dejó claro desde el primer momento su intención al narrar estos hechos: “Debo ser útil, y dar fe de cómo, además de lidiar al toro, batallaron contra la peor de las bestias: la censura”. Además, insistió en que las páginas del toreo que han pasado desapercibidas son las que ha “escrito, escribe y escribirá la mujer”. Un papel que sostuvo trasciende al de las propias toreras ya que incluyó a todas aquella féminas que también contribuyeron con su impulso a que “la tauromaquia sea tan grande y admirable como es”.
Y el abanico para ese agradecimiento es amplio. “Mujeres toreras, madres, esposas de toreros, por supuesto, pero también mujeres ganaderas, aficionadas, sastras, veterinarias, críticas taurinas, fotógrafas, periodistas, poetas, declamadoras, alguacilillas, cirujanas, enfermeras... Mujeres que participaron con idéntica pasión a la de los hombres”, reivindicó Montero ante el aplauso de los asistentes.
La pregonera durante su intervención hizo guiños a la Ciudad del Tajo. Y también a los toreos que durante su trayectoria apoyaron a las mujeres. Entre ellos citó al propio Antonio Ordóñez, el alma de este encierro que toreó en 17 ocasiones y que organizó hasta su muerte en 1988. Pero Montero también citó a Belmonte y Curro Romero. En un veloz recorrido histórico recordó que en el siglo XIV A. C. en la antigua Creta ya había frescos que retrataba a mujeres que pugnaban con el toro. Y a mediados del XVII alguna joven de “alta cuna” se atrevía con la lidia. E incluso novicias antes de ingresar en la vida religiosa saltaban a los ruedos.
“El ejemplo lo tenemos en la monja María de Gaucín, La Monja Torera, que dejó el convento, matadora durante años y que después de cortarse la coleta regresó al claustro”, explicó Montero. Una decisión que habría tomado en la propia Ronda tras acudir como ayudante del médico a una larga tarde de toros en un evento organizado por Juan Romero.
En su alocución, hizo referencia a múltiples mujeres que han destacado en el mundo del toreo, como es el caso de Nicolasa Escamilla, La Pajaruela, a la que inmortalizó Francisco de Goya en uno de sus aguafuertes con la inscripción: “Valor varonil de la célebre Pajaruela en la plaza de Zaragoza”. Pero no siempre fue fácil y algunas sufrieron persecuciones y sus detractores lograron que tuvieran que demostrar su arte fuera de España en países de América o el norte de África, pese a que el valor, tan esencial en la Fiesta, como defendió la pregonera “no tiene sexo”.
También recogió ejemplos como el de Martina García, que llegó a torear con 66 años y cobraba 14 duros por corrida. “Una cantidad que desde luego no se le pagaba a nadie en el siglo XIX si no lo merecía con creces”, afirmó Montero.
En su repaso al papel de las mujeres en el mundo del toro aparecieron Juana López, Tomasa Prieto, las últimas en torear en la antigua plaza de Madrid de la Puerta de Alcalá; Francisca Coloma, Ramona Castells, Josefa García y Josefa de Cedrillas, que conformaron cuadrilla en 1839, o Angelita Pagés, Julia Carrasco o Justa Simón, entre otras muchas. Y la Fragosa, “una mujer torera que se hizo célebre por su valor en los ruedos”.
Montero también quiso destacar en su pregón a los diestros que sí aceptaron dar la alternativa o compartir tardes en los ruedos con sus compañeras pese a la críticas que soportaron. “No solo tuvieron que vencer al toro, sino también a los prejuicios de las sociedades, más peligrosos que todas las astas en puntas”, dijo la pregonera, que también aludió a los ataques que recibían en las crónicas de la época . Espectáculo de mojigangas, toreras cómicas o marimachos, entre otras descalificaciones. “Pero si las reses no reconocen el sexo de quien les va a lidiar, ni su edad, ¿por qué el silencio o la descalificación contra las mujeres toreras”, se preguntó Montero.
Un tiempo en el que las mujeres toreras mantuvieron la lucha contra la censura, las prohibiciones de intervenir en corridas de toros dictada en 1908 y que algunas se atrevieron hasta llevar a los tribunales. También las hubo, como el caso de Salomé Rodríguez, La Reverte, que decidieron cambiarse de nombre y hacerse llamar Agustín Rodríguez para poder torear. “Se escribe que fue la primera transexual de las plazas”, dice Montero.
Otro caso de lucha que destacó la pregonera en su intervención fue el de Juanita Cruz, que pese a las restrictivas leyes del momento y el rechazo de muchos de sus compañeros a compartir cartel, logró que algunos empresarios la prefiriesen porque tenía más tirón entre el público que sus compañeros hombres.
Un sinfín de ejemplos de desafíos a las leyes y a los intransigentes que Montero fue relatando en sus palabras para defender la igualdad del hombre y la mujer ante el toro hasta alcanzar la figura de Cristina Sánchez, la torera que superó a todas en dimensión y que en 1991 fue elegida como representante de la Escuela de Madrid por delante de sus 128 compañeros. “Cristina confiesa con admirable humildad que ella no ha sido la primera de nada, que muchas otras hicieron lo que ella hizo y en tiempos mucho más difíciles”, señaló Montero.
“Lo miré a los ojos sin pestañear”. “No tuve miedo”. Ni cuando Mariló Montero observó a su primer toro de ojos verdes ni en Ronda, para pregonar su Goyesca y reivindicar con fuerza el papel de la mujer en la tauromaquia.
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