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Malos hábitos tecnológicos
Dicen que el ser humano es el único animal que encuentra placer al ser espectador de su propia destrucción. Ese sería un buen resumen para definir la atracción innata, con cierto factor de morbo, que los seres humanos sienten hacia los acontecimientos negativos. Atentados, desapariciones, guerras, conflictos sociales o desastres naturales son solo algunos de los ejemplos de los temas más seguidos en los medios de comunicación y comentados en las redes. Esta curiosa reacción psicológica, bautizada como 'doomscrolling', tiene numerosas explicaciones evolutivas aunque todo apunta a que la introducción de los algoritmos de las redes sociales es lo que está convirtiendo a los simples curiosos en adictos que necesitan en vena la alerta causada por la catástrofe.
Los expertos apuntan a que el cerebro humano ha evolucionado para abordar los estímulos de manera jerárquica y trata de darle prioridad a aquellos temas que requieren de supervivencia, casi en un ejercicio de programación biológica capaz de analizar cualquier información como una nueva amenaza. Por ello, esta práctica ha aumentado significativamente durante un 2020 bastante fecundo en cosechas negativas y marcado por el consumo incesante de historias e imágenes sombrías de una pandemia que nos ha puesto ante una verdadera situación de supervivencia.
El síntoma más alarmante es que la costumbre ha llegado a convertirse en un hábito de efecto calmante para algunas personas. Esto puede explicarse mediante el mecanismo de consumir y observar el problema desde la comodidad del hogar, convencido de que se está a salvo, y de que conocer el problema en profundidad ayudará en el momento de enfrentarse a él fuera de los muros de la protección.
Sin embargo, la sobreinformación negativa que atrapa a la mente causada por este hábito, no convierte al afectado en alguien capaz de enfocarse en las posibles soluciones o en las cosas que se pueden hacer para manejar la situación de una forma adaptativa sino en una mente alarmada sumida en un mar de ansiedad.
Y así lo demuestran los estudios: una encuesta realizada a finales de marzo y principios de abril de 2020 halló una conexión directa entre la frecuencia, duración y diversidad de exposición a los medios y las redes con el aumento de síntomas de depresión y ansiedad, ya sea general o relacionada con la pandemia. También otra investigación realizada por el Darmouth College comprobó que el abuso del teléfono móvil para informarnos conllevaba más riesgo de padecer síntomas depresivos o trastornos de ansiedad entre estudiantes universitarios.
Y casi como una metáfora, el mecanismo mental que nos lleva a surfear ese mar de una noticia a otra y que almacena a largo plazo esa preferencia por lo negativo, es el mismo que utilizan las redes sociales conocido como beneficio intermitente positivo. Se trata de una recompensa traducida en una sección o una página adaptada a nuestros gustos, el por todos conocido como ''recomendado para tí'', que es simplemente un almacén que registra todo lo que ha captado nuestra atención con anterioridad. Y si esa lectura detecta las noticias sorprendentes o las malas noticias como la fuente de la que emanan nuestros intereses, el algoritmo seguirá guiándonos poco a poco hasta dejarnos enganchados durante horas al contenido.
Y en una era en el que la desinformación y las fake news juegan un papel protagonista en el universo de las redes, la trampa y la conspiranoia está servida. En ese momento es cuando la información negativa o catastrofista empieza acaparar la mayoría de nuestras conversaciones a consecuencia de la sobreinformación y nuestras preocupaciones diarias se asocian al tipo de contenido que hemos consumido. Algo que también se ha convertido en gesto habitual de las relaciones post-confinamiento.
-Tiempo determinado en las redes
Establecer cuándo vas a leer las noticias y limitar el tiempo en las redes es una buena estrategia para salir de la espiral de pesimismo, así como tener un papel más consciente y activo en el uso de las mismas. Fijar una hora por la noche en la que apagues tu móvil y te dediques tiempo a tí mismo, a tus relaciones y otros hobbies podría ayudar a la desconexión de esa realidad paralela.
-Acabar con los mitos
Eliminar la falsa creencia de que leer más noticias nos hará sentir mejor. Muchas veces pensamos que buscar información, aunque sepamos que es negativa como en el caso del COVID o los síntomas de enfermedades, es una herramienta para mitigar la ansiedad que nos produce. Lejos de esto, es una herramienta que genera más ansiedad y malestar, puesto que dicha información, al ser negativa, es una fuente inagotable de pensamientos negativos.
-No utilizar la información como entretenimiento
No utilizar los descansos en el trabajo o en una ocupación para buscar información. Esta práctica podría acrecentar los problemas en aquellos con doomscrolling, por lo que fomentar la vida exterior puede ser un buen paso para darse cuenta de que la realidad no es tan terrible como parece en las noticias ni la gente está tan enfadada como muestra en redes sociales.
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