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Vacunas
Sentirse indispuesto o experimentar efectos secundarios tras ser vacunado de la Covid-19, lejos de ser molesto para algunas personas, supone un motivo de alegría por la creencia asentada de que la respuesta y el trabajo del sistema inmune está siendo mayor y más efectiva. Sin embargo, esta percepción no se ajusta a la realidad de cómo funcionan las vacunas en el organismo ni tampoco de como lo hace nuestro sistema inmune.
Las personas que ya han sido vacunadas en el mundo han permitido rastrear una buena cantidad de efectos a partir de su inoculación. Aunque la gran mayoría respondió con molestias vinculadas al sitio de la inyección o cansancio excesivo, otras no advirtieron ninguna consecuencia de la aplicación. Es normal que cada persona tenga una respuesta inmunitaria más fuerte o más débil frente a una vacuna, pero los efectos secundarios posteriores a la vacunación no te dirán cuál es tu caso.
Los científicos no han identificado ninguna relación entre la reacción inflamatoria inicial y la respuesta a largo plazo que conduce a la protección. No hay pruebas científicas de que alguien con efectos secundarios más evidentes de la vacuna esté luego mejor protegido contra la COVID-19. Y no hay ninguna razón que indique que tener una respuesta innata exagerada haga que la respuesta adaptativa sea mejor.
Según los expertos y los datos de los ensayos clínicos de la vacuna Pfizer, publicados en la revista científica The New England Journal of Medicine, el fármaco fue generalmente de 90 a 100% efectiva contra el COVID-19 en personas independientemente de su género, edad, etnia o condiciones preexistentes. Sin embargo, solo aproximadamente la mitad de los individuos del ensayo experimentaron el tipo de reacciones sistémicas.
''El gran mensaje es que no tener efectos secundarios, o no tener efectos secundarios tan graves, no es motivo de preocupación'', dice John Wherry, inmunólogo de la Universidad de Pensilvania. Entonces, ¿por qué algunas personas tienen efectos secundarios y otras no?
''Es una gran pregunta y no sabemos la respuesta'', agrega Wherry. Pero, en última instancia, la experiencia probablemente refleja las peculiaridades del sistema inmunológico de cada persona más que la eficacia de la vacuna.
''Si realmente se siente es que está generando una respuesta inmune vigorosa -dice Sujan Shresta, inmunólogo viral del Instituto de Inmunología de La Jolla. Pero, al mismo tiempo, el hecho de que una persona no sienta nada no significa que la respuesta inmune no sea apropiada. Cada uno de nosotros produce un tipo diferente de respuesta inmune''. La edad, el género, la genética, las condiciones preexistentes, el entorno e incluso la dieta influyen en cómo podría reaccionar.
Cuando uno se vacuna, primero el sistema inmunológico ataca rápidamente la proteína extraña introducida por el fármaco, lo que puede causar efectos que van desde inflamación en el lugar de la inyección hasta síntomas en todo el cuerpo como fatiga, dolor o fiebre. La respuesta activa el sistema inmunológico adaptativo, que adopta un enfoque más lento pero más táctico: activar y entrenar las células B, que producen anticuerpos, y las células T, que ayudan a coordinar futuros ataques. Ese proceso finalmente conduce a la formación de células B y células T de memoria, que pueden vivir en el cuerpo durante muchos meses o años.
Los virus infectan las células al encajar como una llave en una cerradura, en este caso, un receptor en la superficie de las células. “Para bloquearlos -explica Wherry- los anticuerpos actúan como si metieran un chicle en la cerradura para que el virus no pueda entrar. Esos anticuerpos gomosos son cruciales, pero, para crear una protección duradera, el sistema inmunológico debe recordar la forma específica del SARS-CoV-2, el patógeno que causa el COVID-19, para su próximo encuentro, que depende de las células B de memoria”. Esas células forman lo que se llama memoria inmunológica. Forman un sistema de respaldo. ''Si los anticuerpos fallan por alguna razón, todavía tienes todas estas otras células funcionando'' completa Wherry.
La segunda línea de defensa tarda días o semanas en ponerse en marcha. Se trata de la respuesta inmunitaria adaptativa de larga duración. Aquí,los linfocitos T y B del sistema inmunitario aprenden a reconocer a determinados invasores, como una proteína del coronavirus. Si el invasor se encuentra de nuevo, meses o incluso años después, son estas células inmunitarias las que reconocerán al antiguo enemigo y empezarán a generar los anticuerpos que lo eliminarán.
Para un estudio Wherry lideró a un grupo de científicos que midieron los niveles de anticuerpos y células B en muestras de sangre de personas que recibieron la vacuna Pfizer o Moderna, tomadas en varios momentos durante el curso de la vacunación. Los investigadores compararon principalmente la protección de la vacuna en individuos que se habían recuperado del COVID-19 con aquellos que nunca habían sido infectados.
Encontraron que los sujetos que informaron efectos secundarios sistémicos tenían niveles ligeramente más altos de anticuerpos pero no niveles más altos de células B. ''El contraste sugiere que, si bien estos individuos pueden haber montado una respuesta inflamatoria más fuerte, no necesariamente estaban mejor protegidos contra el coronavirus a largo plazo'', indican los profesionales en el documento.
Sin embargo, más del 90% de las personas inmunizadas desarrollaron la respuesta inmunitaria adaptativa protectora, mientras que menos del 50% desarrollaron algún efecto secundario, y la mayoría fueron leves.
Muchas personas sentirán más efectos secundarios después de la segunda inyección de la vacuna COVID-19 de dos dosis, lo que les brinda cierta tranquilidad. “Esa dosis tiende a causar más efectos secundarios porque la primera preparó al cuerpo para ella -dice Shresta-. Después de la primera exposición, el cuerpo acumula un grupo finito de células B de memoria. Con la segunda queremos expandir esa población para más adelante, por lo que ante una infección real, la respuesta inmune será más rápida, más grande y mejor”.
En estudios en los que ni los receptores ni los investigadores sabían qué individuos estaban recibiendo la vacuna de ARNm o un placebo, aproximadamente la mitad de las personas de entre 16 y 55 años que recibieron la vacuna contra el SARS-CoV-2 desarrollaron dolor de cabeza después de la segunda dosis. Esta reacción puede estar relacionada con la vacuna – pero una cuarta parte de las personas que sólo recibieron un placebo también desarrollaron dolor de cabeza. Así que, en el caso de síntomas muy comunes, puede ser bastante difícil atribuirlos a la vacuna con alguna certeza.
La conclusión es que no se puede medir la eficacia de la vacuna en el organismo basándose en lo que se puede detectar desde el exterior. Cada persona tiene una respuesta inmunitaria más o menos fuerte a una vacuna, pero será la segunda respuesta adaptativa la que ayuda a tu cuerpo a ganar inmunidad a la vacuna, no la respuesta inflamatoria que desencadena esos primeros dolores y molestias.
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