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Mascarilla
Desde que las mascarillas se impusieron como algo obligatorio por la crisis sanitaria del Covid-19, tuvimos que aprender a hacer vida con ellas y a verlas como algo necesario para proteger a nuestros seres queridos y a nosotros mismos del virus que causó una pandemia mundial.
La vida con mascarillas ha hecho que nos demos cuenta de una serie de cosas importantes, como pueden ser: mirar por la salud de los demás y no solo por nosotros mismos; apreciar el aire que respiramos, puesto que no todo el mundo (y menos las personas que sufren de problemas respiratorios) puede respirar bien con una mascarilla; descifrar mejor la mirada y las expresiones, puesto que los ojos son lo único que veíamos de las personas, ya que la mascarilla cubre el 40% de nuestras expresiones faciales.
Desde que el Consejo de Ministros aprobó el fin de la obligatoriedad del uso de las mascarillas en espacios interiores con carácter general desde el 20 de abril de este año, muchas personas han considerado que ha llegado la hora de disfrutar la libertad sin mascarilla, y es que la mascarilla (al igual que positivos) tiene muchos efectos negativos. Entre estas desventajas se encuentran:
Estos son algunas de las grandes desventajas de un uso prolongado de la mascarilla, por lo que no nos puede sorprender que el hecho de que ya no fuese obligatoria alegró a la mayoría de la población.
Sin embargo debemos tener en cuenta algo: nos hemos acostumbrado a salir a la calle con mitad de nuestro rostro cubierto y esto ha provocado que tengamos malos hábitos, además de expresiones o 'muecas' involuntarias que pueden salirnos ahora que no tenemos mascarilla en público.
Un ejemplo de esto son las malas costumbres que hemos tomado por habernos acostumbrado a las mascarillas. Al principio de la pandemia, cuando debíamos salir a todos lados con la mascarilla, si nos entraban ganas de bostezar, bostezábamos poniéndonos la mano encima de la mascarilla, lo cual empezó a verse algo ridículo, y decidimos que no hacía falta ponerse la mano teniendo la mascarilla como protección.
Este mal hábito de no ponernos la mano para bostezar se les ha quedado a algunos tras el fin de las mascarillas, y ahora bostezan sin mascarilla y sin mano. Lo mismo ocurre con el tema de estornudar, con las mascarillas a la orden del día, no era necesario ponerse la mano delante, pero ahora que sí lo es, ya no lo hacemos por falta de costumbre.
Otro mal hábito que muchos de nosotros hemos cogido son las dichosas 'muecas' que hacíamos tras la mascarilla, sabiendo que nadie podía verlas, y que ahora nos salen involuntariamente, con una diferencia: ya no hay una mascarilla que las cubra.
Estos son malos hábitos que poco a poco nos podremos ir quitando hasta deshacernos completamente de ellos, aunque, por ahora, deberemos convivir con ellos, dándonos cuenta de cuándo y qué hacemos para poco a poco poder corregirlos.
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