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Jaime Sicilia
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Nutrición y dietética
Los gases se forman normalmente en los intestinos a medida que su cuerpo digiere los alimentos. Luego de las ingestas, el volumen de gas se incrementa en un 65%, principalmente en el colon pélvico (Intestino Grueso final). Todo sujeto sano elimina gases entre 10 y hasta 20 veces por día. En este sentido, el aumento de los gases o del dolor que estos provocan puede producirse por el consumo de alimentos que son más propensos a generar gases. Lo que es menos conocido es que algunos de esos gases pueden resultar dañinos para nuestro propio organismo. A menudo los cambios simples en los hábitos alimenticios pueden disminuir la presencia de gases molestos.
Uno de estos gases es el sulfuro de hidrógeno colónico con un característico olor a huevo podrido. Según ha publicado en Clinical Nutrition, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Minnesota analizaron el sulfuro de hidrógeno colónico y su producción en las personas en respuesta a intervenciones dietéticas basadas en animales y plantas.
De hecho, este gas tóxico, durante mucho tiempo, ha venido siendo objeto de gran interés por su posible rol en la patogénesis de muchas enfermedades graves, como la colitis ulcerosa, el cáncer colorrectal o la obesidad. El estudio apoya la hipótesis general de que el sulfuro de hidrógeno producido por la microbiota intestinal aumenta con una dieta basada en animales. Pero,¿cuáles son los alimentos que más producen este gas?
Los gases que se eliminan por vía anal están formados por un 60% de nitrógeno, un 20% de hidrógeno, un 10% de dióxido de carbono, un 6% de metano y un 4% de oxígeno. Sólo el 10% de los gases intestinales son endógenos. El 90% proviene de fuentes exógenas, principalmente de alimentos. Los alimentos más fermentadores son los carbohidratos complejos: lácteos, coles, levaduras, batatas, cebolla, almidón, féculas, harinas, etc.
Su olor depende de los alimentos que se hayan ingerido. Los huevos, carne, col y coliflor son ricos en azufre, lo que favorece la producción de sulfuro de hidrógeno, cuyo olor es parecido, como hemos mencionado, al de un huevo podrido.
En esta línea, el grupo de investigación de la Universidad de Minnesota ha identificado por primera vez una serie de patrones nutricionales que se relacionan con una mayor producción de este gas. Para averiguar esto, tomaron a una gran cohorte de voluntarios humanos y a cada uno de ellos le pautaron dos dietas diferentes (en diferentes momentos y separadas por periodos de dos semanas, a fin de evitar interferencias): una de baja fibra y basada en animales, y la otra con alto contenido en fibra y basada en plantas.
Durante esos periodos se tomaron regularmente muestras de heces de cada voluntario, que se analizaron para medir la producción de este gas y para caracterizar el microbioma intestinal. Así, a grandes rasgos, la dieta basada en productos animales (incluyendo carne, pescado, huevos, lácteos...) aumentaba considerablemente la producción de sulfuro de hidrógeno en la mayoría de los participantes y la dieta basada en productos vegetales la reducía.
Por tanto, el estudio descubrió que en la mayoría de los participantes, una dieta basada en plantas dio lugar a una menor producción de sulfuro de hidrógeno en comparación con una dieta basada en animales (es decir, occidental).
Sin embargo, existe un subgrupo de participantes que no experimentaba esa diferencia en la producción del gas, o que incluso la aumentaba al recibir la dieta basada en productos vegetales y alta en fibra. Este fenómeno se relacionaba directamente con unos enterotipos (caracterizaciones concretas del microbioma intestinal) determinados.
El estudio fue consistente con el entendimiento general de que la ingesta regular de alimentos que contienen fibra es beneficiosa para la salud intestinal. Los análisis futuros del microbioma intestinal pueden ayudar a individualizar las intervenciones nutricionales. No obstante, apuntan a que esto no es necesariamente universal, y a que lo ideal es, entonces, realizar evaluaciones pormenorizadas de cada paciente antes de determinar que dieta es más adecuada.
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