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Las consecuencias de la Dana que asoló a la Comunidad Valenciana son catastróficas, tanto en lo que se refiere a la pérdida de vidas humanas, como en relación a los destrozos en las infraestructuras básicas o en viviendas, negocios y empresas del sector industrial. Van a ser necesarios muchos meses para recuperar mínimamente la normalidad y unos enormes esfuerzos de inversión económica para conseguir hacer posible que todas las poblaciones afectadas dispongan de las infraestructuras imprescindibles. Será necesaria una actuación a corto, medio y largo plazo.
Apenas doce días desde las inundaciones, uno de los asuntos que hay que cuidar con rigor y profesionalidad es el referido al desarrollo de políticas preventivas para evitar la aparición de enfermedades de transmisión hídrica o mitigar sus impactos, así como heridas o fracturas derivadas de las tareas de reparación y reconstrucción o caídas y otro tipo de accidentes.
De igual forma asegurar el suministro de medicamentos y productos sanitarios necesarios para los pacientes con patologías crónicas es otra de las prioridades, junto a prestar la asistencia necesaria en consulta o domicilio. El funcionamiento de los servicios y el despliegue de estrategias preventivas es un requisito indispensable para evitar un mayor impacto de, la ya de por sí, enorme destrucción que la ciudadanía valenciana ha sufrido con esta Dana.
Las aguas estancadas suponen un enorme riesgo para el crecimiento de colonias de mosquitos (en aquella zona es importante el mosquito tigre) que suponen un problema potencial.
También la contaminación del agua potable por la rotura de la red de alcantarillado y la mezcla de agua limpia con aguas residuales, supone un enorme riesgo para la aparición de enfermedades tipo gastroenteritis o enfermedades infecciosas bacterianas e, incluso, virales. La prevención de aparición de tétanos es también una de las prioridades, no tanto por riesgo de epidemia como por el riesgo de heridas en las personas que están en la limpieza y reparación de daños.
Y, por supuesto, el riesgo de toxiinfecciones alimentarias es un asunto que merece ser atendido para desarrollar políticas preventivas que impidan la aparición de este tipo de patologías.
La organización de la respuesta y el refuerzo de puntos de atención sanitaria es una tarea imprescindible en estas situaciones; de igual forma, la reparación de los daños sufridos por las infraestructuras sanitarias tanto en hospitales como centros de salud y consultorios será un asunto imprescindible.
Y, por supuesto, en el ámbito de la salud mental, en los próximos meses notaremos el enorme impacto de esta catástrofe y será imprescindible actuar desde el primer momento y desarrollar una estrategia para responder a este desafío. Todos estos efectos, son especialmente preocupantes en las personas más vulnerables y ello va a requerir una especial sensibilidad en el abordaje de las respuestas institucionales que se desarrollen. Las autoridades sanitarias, con el concurso de las personas expertas y las organizaciones sanitarias y sociales tiene una tarea de enorme importancia para que las primeras semanas tras la Dana puedan desarrollarse en las mejores condiciones posibles.
La labor en materia sanitaria es de una importancia enorme y debe contar con el máximo apoyo de recursos y colaboración profesional y social. Vaya por delante el ánimo y la gratitud a las autoridades sanitarias y a profesionales de la salud.
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