Mujer y Salud
La imagen y la autoexigencia
Mujer y Salud
Sabiendo que me meto en un charco, siento que tengo que traer aquí un tema conocido pero difícil de hablar or cómo ha ido evolucionando debido al comportamiento humano y cómo sigue afectando significativamente a la salud mental.
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Observo desde mi consulta la conducta de los pacientes que me visitan diariamente desde hace más de 20 años, y es algo que me encanta porque me aporta mucho conocimiento sintiendo incluso en ocasiones saber lo que se respira en la calle en muchos sentidos, yo lo denomino “estar en la trinchera”. Y en ese ir y venir de pacientes y comparar comportamientos, me inquieta ver repetidamente que las mujeres tenemos un mayor grado de autoexigencia, siendo esto en mi opinión, la causa de la mayoría de los problemas relacionados con el equilibrio de la vida y también con la salud mental. Y llegados a este punto del hilo, me planteo hasta donde esa autoexigencia es genética, hormonal o educacional, y sobre todo hasta donde dejamos de imponérnosla si es que lo hacemos en algún área de la vida. Y en esta columna me voy a referir concretamente al aspecto físico.
Y es que, en la mujer, la delgadez está estrechamente vinculada a la idea de éxito, no solo en términos estéticos, sino también en las áreas del trabajo, las relaciones y la aceptación social. Está relacionado con la percepción de la disciplina (autodisciplina), el estatus y la salud. Se asocia con juventud, belleza, energía y dinamismo, lo que refuerza la idea de que las mujeres delgadas son más exitosas en múltiples ámbitos. Eso ha sido así en las culturas occidentales, así como la estadounidense, siendo tradicionalmente diferente en países de América Latina donde se han valorado las curvas en las mujeres como señal de buena salud, fertilidad y estatus. Sin embargo y debido a la influencia de los medios de comunicación y la globalización, también va cambiando en estos países y en otros de Asia como Japón y Corea del Sur, y se va adoptando esta tendencia de delgadez-éxito particularmente en las generaciones más jóvenes.
Los hombres, sin embargo, no han sentido hasta ahora la misma presión ni tampoco relacionan la delgadez femenina con el éxito de la misma manera que lo hacemos nosotras. La atracción física hacia las mujeres no se basa únicamente en la delgadez, sin embargo, nosotras seguimos creyendo que el ideal de belleza para ellos también es una mujer joven y delgada porque para nosotras lo sigue siendo, lo que nos dificulta aún más la aceptación de la edad y el deterioro físico, algo que es bien sabido por las consultas de medicina estética que proliferan como setas y lo que es peor, atraen a jóvenes médicos muy bien formados y dejan de lado la Atención Primaria por algo absolutamente legítimo como es ganar un sueldo digno con algo relativamente sencillo y con público asegurado.
Pero en esto ha tenido mucho que ver la cultura y los medios promoviendo la delgadez como un ideal estético para las mujeres presentando en la publicidad, el cine y la televisión cuerpos femeninos delgados como los más atractivos, y en cambio los hombres, han sido mostrados en una gama más amplia de cuerpos y aspectos, y el enfoque ha estado centrado en sus acciones, personalidad, poder o logros.
Y aunque remueva un poco decirlo, esto es así porque durante siglos, la organización social ha posicionado a los hombres en un lugar de dominio y se les ha valorado más por su fuerza, habilidades laborales o intelectuales, por su capacidad de proveer, proteger y ejercer poder, y no tanto por su apariencia física. Sin embargo, la mujer ocupaba un papel relacionado con el cuidado y la reproducción, y actualmente me atrevería a afirmar sigue siendo en muchas ocasiones un símbolo del estatus social masculino, por lo que su cuerpo ha sido históricamente controlado y cosificado.
Y claro, ahora nos llega el momento en que cumplir años se nota y especialmente lo notamos. Mientras que a las mujeres se nos exige cumplir con estrictos ideales de belleza desde jóvenes hasta la vejez, los hombres pueden envejecer con mayor libertad en cuanto a su apariencia física. En general, la madurez o el envejecimiento en los hombres incluso se asocia con sabiduría y experiencia (las canas hasta interesantes), mientras que las mujeres suelen ser juzgadas más duramente por los signos del envejecimiento. Pero aquí viene la pregunta: ¿se nos exige o nos lo exigimos nosotras? ¿Es la sociedad o somos nosotras las que nos juzgamos unas a otras? Pues mi opinión son las dos cosas. La sociedad por lo anteriormente hablado nos exige esos estándares y nosotras nos autoexigimos más.
La triada juventud/belleza/delgadez se relaciona con el éxito y con control y disciplina, sobre el propio cuerpo y sobre otros aspectos de la vida como la carrera profesional o la vida social, aunque resulte absurdo decir que las mujeres pueden tener éxito y salud en cualquier tipo de cuerpo. Afortunadamente, está habiendo un cambio gradual hacia la aceptación de diferentes tipos de cuerpos, impulsado por movimientos que promueven la idea de que todas las formas y tamaños pueden ser hermosos y deseables y aparezcan imágenes de mujeres con cuerpos más diversos y también atractivos ganando mayor visibilidad en la publicidad y en la moda. Esto es especialmente importante en las redes sociales que influyen de una forma descontrolada sobre nuestros adolescentes y aunque en este medio también la mujer sigue siendo el foco de los ideales de belleza, es importante señalar que está habiendo un cambio en cuanto a la presión sobre los hombres, para cumplir con ciertos estándares físicos. Con la cultura del fitness y la industria de la moda masculina, los hombres también están comenzando a sentir una mayor presión para tener un cuerpo atlético y atractivo.
Esto se traduce en datos preocupantes en salud en cuanto a los trastornos de conducta alimentaria (TCA). La incidencia de anorexia y bulimia nerviosa que tradicionalmente han sido patologías predominantemente femeninas presentando una relación mujeres/hombres hasta de 9/1, están aumentando en los varones significativamente en los últimos años. En una revisión sistemática de 32 estudios con muestras de 16 países publicada en JAMA que analiza datos de más de 63.000 niños y adolescentes de 16 países, concluye que un 22% tiene conductas de riego que podrían terminar en un trastorno de conducta alimentaria y que las cifras se dispararon en los últimos años, de la mano de un mayor uso de las redes sociales debido a la constante exposición a ideales de belleza y estilos de vida "perfectos". La prevalencia de contenido sobre dietas extremas, pérdida de peso, y cuerpos idealizados, así como el uso frecuente de filtros y retoques en las imágenes, contribuye a la insatisfacción corporal pudiendo esto desencadenar la adopción de conductas alimentarias desordenadas.
La brecha de género se está reduciendo, aumentando la incidencia de este problema de salud en varones asociado a la impulsividad y a patología como trastornos de personalidad obsesiva-compulsiva, antisocial y trastornos depresivos siendo estos últimos muy frecuentes, aunque hay estudios que sugieren que la incidencia tanto en mujeres como en hombres está subestimada, aún más en el caso de los hombres porque los trastornos alimentarios siempre han sido vistos como propio de mujeres dificultando esto la sospecha clínica, el diagnóstico y el tratamiento.
La realidad es que ellos sufren diferente presión social y por tanto diferente comportamiento en la sintomatología. La adolescencia supone una etapa de riesgo en ambos sexos, pero es mucho más frecuente la prevalencia y el diagnóstico en las chicas y, sin embargo, los varones difieren en los signos y síntomas de alarma y lo padecen en edades superiores: suelen ser varones solteros en el momento del diagnóstico y activos laboralmente con un nivel educativo hasta la educación secundaria obligatoria, y sufren más otro tipo de trastornos diferentes al clásico de anorexia nerviosa, favoreciendo todo esto aún más el retraso en el tratamiento. Todo esto hace imperante la necesidad de nuevos estudios que nos permitan obtener datos suficientes para una conveniente actuación.
Hoy en día, las generaciones de adolescentes enfrentan una realidad compleja en términos de salud física y mental, y uno de los temas más preocupantes es el aumento de la obesidad juvenil que está siendo alarmante según la OMS desde los años 70, y por dar una cifra más actual, ha pasado del 8% en 1990 al 20% en 2022. Las causas como se puede suponer son multifactoriales: cambios en el estilo de vida, en la alimentación desplazando los alimentos frescos y saludables por alimentos ultra procesados que son más económicos, y en el ocio, la tecnología ha desplazado a la actividad física y al deporte.
De esta manera existe una paradoja: mientras las tasas de obesidad aumentan, las redes sociales y la cultura de la imagen perpetúan ideales de delgadez que generan tensiones psicológicas y emocionales entre los adolescentes.
Las redes sociales han amplificado la exposición de los jóvenes a imágenes de cuerpos idealizados, muchas veces retocados o manipulados digitalmente promoviendo estándares corporales poco realistas que generan una comparación constante. Este fenómeno no solo afecta la autoestima de los adolescentes, sino que también genera altos niveles de ansiedad, depresión e insatisfacción corporal contribuyendo a la aparición de trastornos de la conducta alimentaria.
Como conclusión diría que estamos ante un problema que debe abordarse desde múltiples frentes y requiere un enfoque integral, donde tanto las familias, colegios e instituciones trabajen en conjunto para promover estilos de vida más saludables y una mayor aceptación de la diversidad corporal. Esto no solo mejorará la salud de los adolescentes, sino que además puede evitar el bullying que sufren muchos de ellos y que agrava los problemas emocionales como la depresión, la ansiedad y el aislamiento social.
Y como yo creo en la tecnología como ayuda para superar esta crisis sanitaria que estamos sufriendo, estoy convencida de que podríamos usar esas mismas redes sociales como método de difusión de información de calidad en salud, liderada por profesionales y administraciones en vez de tantos “influencers” sin preparación que hacen mucho daño a nuestros jóvenes y no tan jóvenes. Recuperaríamos la promoción y prevención de salud, algo muy abandonado por la desbordada medicina de resolución de patologías y la medicalización de la vida, y necesario recuperar para junto a otras medidas, buscar la sostenibilidad del sistema. Y de una forma actualizada y que puede impactar en todos los tramos de edad. A lo mejor parece una chulería por mi parte, pero a mí no me parece tan difícil.
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