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Carmen Pérez
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El blanco y el cardenal han sido los protagonistas de este Lunes Santo. Ya a primera hora de la tarde la Plaza de Jesús Cautivo estaba hasta arriba de fieles esperando la hora de la salida del Señor de Málaga. Desde que finalizó el Lunes Santo de 2022, la Trinidad ha estado esperando ansiosa este día. La Trinidad y el resto de la ciudad, porque el Nazareno de la túnica blanca agrupa devociones como ningún otro. No hay más que observar la marea de promesas que lleva detrás para ser consciente de la magnitud del fervor que mueve.
Con las puertas cerradas de la Casa Hermandad, el olor a incienso comenzaba a emocionar a los que ya estaban presentes en la zona. Se acercaban las 17:20, la hora señalada, y cada vez eran más los que querían asegurarse un hueco para admirar como el Señor de Málaga, una talla de José Gabriel Martín Simón fechada e 1939, avanzaba por su barrio la tarde del Lunes Santo.
La llegada de la Banda de cornetas y tambores Jesús Cautivo y la apertura de las puertas de la Casa Hermandad auguraban que el momento se acercaba. Minutos después salió, entre aplausos, la cruz guía que iba seguida por el cortejo de nazarenos blancos que iluminan el camino del Señor.
Poco a poco, el blanco pasó a ser el único color de la Trinidad. Las lágrimas comenzaban a brotar de los ojos de todos los fieles. Era la hora. La cabeza del trono comenzaba a salir poco a poco de la Casa Hermandad mecida por sus 244 portadores. Segundos más tardes el Cautivo vio el sol y su barrio lo aclamó como cada año. En esta ocasión, estrenaba las potencias, realizadas por el orfebre Alberto Quirós y pagadas por los fondos voluntarios de los hermanos y los vecinos, para que así los vecinos lo llevaran en su corazón y el Señor al barrio en su cabeza.
El trinitario ya comenzaba a recorrer sus calles entre aplausos y vítores dejando boquiabiertos a todos los presentes con su paso y su característica túnica blanca que parecía estar flotando entre la multitud. Sencillo, como siempre, sobre su monte de claveles rojos, con sus dos faroles encendidos y alumbrando su rostro levemente, sin más, siguió conquistando los corazones a cada paso que parecía andar.
A su Hijo le siguió, no tan de cerca como querría, su Madre, así que del blanco se pasó al cardenal. Los nazarenos vestidos de este color comenzaban a avanzar por calle Trinidad anunciando la llegada de María Santísima de la Trinidad Coronada. La trinitaria fue recibida por todos los presentes, al igual que su Hijo, entre aplausos y gritos de alegría.
Madre no hay más que una y la de la Trinidad ya estaba en la calle. María se adentró en las calles de su barrio arropada por sus fieles y acompañada por la banda que lleva su nombre siguiendo así al Señor para realizar su recorrido hasta el centro de la ciudad, para después regresar a casa juntos mezclando una vez más ese blanco y cardenal tan característico de esta cofradía.
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