Crucifixión inaugura el Lunes Santo malagueño desde la atalaya de El Ejido

El Cristo de Crucifixión sale de su casa hermandad este Lunes Santo. / Javier Albiñana

La tarde del Lunes Santo es trinitaria y cautiva. No cabe lugar a dudas para los miles de penitentes que acompañan al Señor de Málaga en su recorrido, para los que lo esperan durante horas, para los que buscan en su mirada un consuelo o un momento para la súplica. Pero también es mucho más. Es el rezo gitano, la Crucifixión recibida por la Cruz Verde, la elegancia de Estudiantes, el buen hacer de Pasión, el recogimiento de Dolores del Puente. Es una jornada de contrastes con mucho fervor en la calle, cada uno expresado a su manera. Y este año, fieles a su cita, las seis cofradías realizaron sus recorridos procesionales en una jornada pletórica.

Como cada año, el Lunes Santo empezó frente a la Parroquia del Buen Pastor, en El Ejido, donde la cofradía del Santísimo Cristo de la Crucifixión y María Santísima del Mayor Dolor en su Soledad tiene su casa hermandad. Fundada en 1977 y promovida por Antonia Hernández Nona, la hermandad que ingresó hace treinta años en la Agrupación es la encargada de abrir el recorrido oficial. Aunque la hora de salida es temprana, no fueron pocos los que dejaron a un lado el almuerzo o el descanso posterior para ver cómo el Cristo crucificado, talla realizada en 1993 por el imaginero sevillano José Manuel Bonilla Cornejo, bajaba por la calle Los Negros hasta Cruz Verde estrenando nuevas potencias.

El crucificado de mayores proporciones que se procesiona en la Semana Santa de Málaga, de casi dos metros de altura desde la cabeza a los pies, volvió a reencontrarse con su barrio llevado con precisión por 140 portadores, entre ellos una mujer, que aguantarían bajo sus hombros más de ocho horas de recorrido, con la cuesta arriba de la calle Carrión como traca final. La banda de cornetas y tambores Nuestra Señora del Carmen del Perchel guiaba sus pasos con la marcha Crucifixión como una de las destacadas.

La Virgen del Mayor Dolor en su Soledad minutos antes de su salida. / Javier Albiñana

En esas primeras calles, con el sol de la primera tarde, sin demasiados agobios de gente y con las ganas y las energías aún intactas, el encuentro con Crucifixión cobra siempre un significado muy especial. No es extraño que se erice la piel y acuda la lágrima. Pocos minutos después, cuando el Cristo estaba a punto de girar hacia Cruz Verde, se escucharon los primeros toques de campana y la primera levantada de María Santísima del Mayor Dolor en su Soledad fue por todas las madres guerreras.

El manto negro sin bordar sobre el altar de plata reluciente con adornos florales en blanco y rosa palo comenzó a recorrer las calles de su barrio acompañada por la Banda de Música Jesús Nazareno de Almogía, y mecida por otros 140 portadores camino de las calles Peña, Mariblanca y Álamos. En su bajada, la Dolorosa realizada por Antonio Dubé de Luque en 1987 se cruzó con el gentío que ya se arremolinaba en los alrededores de la calle Frailes para ver la salida de Nuestro Padre Jesús de la Columna y María Santísima de la O.

Nazarenos de la sección del Cristo con el estandarte al fondo. / Javier Albiñana

Acompañada por unos 200 nazarenos, la hermandad fue la primera en pedir la venia en la Tribuna Principal pasadas las cinco y media de la tarde. Dos horas después tenía prevista la entrada en la Catedral por la rampa de Postigo de los Abades para hacer estación de penitencia y salir por Císter, San Agustín y calle Echegaray para iniciar por la calle Granada y la Plaza de la Merced su vuelta a casa.

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