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La Archicofradía de los Dolores de San Juan no es una hermandad cualquiera. Aquí no solo destaca, al igual que en otras, la compostura, la seriedad o el rigor. Ellos, además, cuentan con un valor añadido: el silencio. Este es el emblema de esos cofrades que cada Viernes Santo dan testimonio de su fe por las calles de Málaga de una forma callada, siempre con la mirada hacia el frente.
Mucho público se ha ido congregando desde una hora antes en los aledaños de la parroquia de San Juan. Cada año aumenta la expectación por ver el cortejo de esta cofradía, y cada año es mayor el silencio exterior del público y el respeto a su paso. Como si los malagueños hubiesen interiorizado y compartido la esencia de la archicofradía. Aunque algunos sigan aún aplaudiendo las saetas que se cantan a su paso.
Entre todo el público, los últimos rezagados que llegaban hasta la iglesia con la bolsa corporativa o los nazarenos que horas antes habían llegado hasta el templo ya revestidos con el hábito. Esta es una de las hermandades nazarenas por excelencia. Aquí vestir el rúan y ceñirse el esparto es un sentimiento que va mucho más allá del propio Viernes Santo.
A la hora prevista, se han abierto las puertas de San Juan y en el dintel cinco nazarenos, la cruz de guía y los cuatro faroles que la escoltan e iluminan. Y tras ellos, un reguero de penitentes con cera roja que iban ganando la calle. De repente, más silencio aún, la campana del primero de los tronos. Detrás de los acólitos se ha podido percibir como el Cristo de la Redención iba acercándose hacia la puerta.
Ha sonado la música de capilla cuando el imponente crucificado ha pisado la calle. Los hachones, los detalles de las andas procesionales, el monte de lirios... mil detalles donde perder la mirada y, sin embargo, siempre se termina clavando en su rostro ya sin vida. Paso muy corto y órdenes todavía más precisas las que, de manera sutil, han ido dando los capataces para salvar la estrechez de la calle Calderón de la Barca. Luego ha ido alargando el paso para comenzar a ganar metro en su recorrido.
Si el Cristo de la Redención sobrecoge, la Virgen de los Dolores conmueve por su dulzura y rostro sereno. Al igual que el crucificado, la antigua dolorosa ha salido de San Juan efectuando una maniobra similar. Algo más justo ha pasado por la estrechez el palio. Rozando los balcones de la calle, cortando el aire en cada movimiento de las barras de palio. De fondo una saeta, como la que también se le ha cantado mientras la Virgen se iba perdiendo por la Tribuna Oficial de camino a la Catedral.
En el primer templo de la ciudad ha tenido que refugiarse la archicofradía a causa de la lluvia, que ha hecho acto de presencia cuando realizaban el rezo de la estación de penitencia. Han tomado la decisión de no emprender el camino de vuelta y resguardarse en la Catedral, donde aún continúan a la espera de volver a la sede canónica. La Archicofradía anunciará próximamente el día de su regreso.
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