Estudiantes, el futuro bajo un varal
Al son de 'Gaudeamos Igitur' el Coronado de Espinas y Nuestra Señora de Gracia y Esperanza cobraron vida durante el Lunes Santo
Lunes Santo en Málaga: Todas las cofradías recorren las calles
Estudiantes en el Lunes Santo de Málaga, en fotos
Málaga/La Alcazaba volvía a estar habitada desde las 17:00 de la tarde, o al menos la parte que daba hacia la cofradía de Estudiantes. Bajo los grandes muros y el escalonado Teatro Romano, el bullicio se volvió devoción con la apertura de las puertas de la casa hermandad. Filas interminables de nazarenos, que componían el cortejo más largo de la Semana Santa malagueña con más de 1.000 penitentes. El rojo y el verde salpicaba el blanco de la fachada de la hermandad en un incesante ir y venir de nerviosismo e inquietud.
Al son de ‘Gaudemus Igitur’ el Santo Cristo Coronado de Espinas daba sus primeros pasos al exterior sobre los hombros de los portadores barbilampiños en la mayoría de los casos, que escondían bajo sus túnicas camisas blancas y corbatas negras. Tras Él, su promesa hecha camino, que se volvió agradecimiento, como en el caso de Darío Guerra: “Hace seis años le prometí que si terminaba la carrera estaría aquí. Y aquí estoy”, declaraba con una sonrisa de oreja a oreja con los ojos clavados en el trono.
Tras una marea verde salió Ella, Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, acogida por los presentes con una emoción que llevaba contenida casi una hora. Con el sol de la tarde en el rostro cegando a los hombres de trono, encaraban calle Santa María con velocidad hacia la Catedral, donde la lectura de la Pasión por parte del obispo de Málaga, Jesús Catalá, bajaba del altar para llegar a los corazones de nazarenos, portadores y hermanos. El sol se escondía tras la Torre Sur de la manquita cuando el acto se dio por terminado y continuaron por su recorrido, no sin antes volver a cantar el ‘Gaudeamos Igitur’.
El paso por el carretería y tribuna de pobres sostenía en un hilo de personas a ambos titulares, que parecían flotar sobre un Málaga muy joven que volcaba en ellos su futuro. Los nazarenos de terciopelo alumbraban el camino hasta la Tribuna y el Recorrido Oficial, con unas sillas bastantes vacías tras el paso del Cautivo y la Trinidad. El aire apagaba las velas de los penitentes, que seguían andando con paso firme creando un mosaico interminable de colores cada vez más apagados por la noche. Los más pequeños abandonaban el cortejo de la mano de sus padres y familiares, mientras los adolescentes y adultos continuaban en oración por sus estudios, sus carreras y por su profesión.
La Catedral volvía a ser testigo de un Coronado de Espinas y una Virgen que miraba desde su trono el amor con el que era acogido en sus últimos metros procesionales por calle Cister. Luces apagadas, Alcazaba dormida y miles de nazarenos sin capirotes eran testigos del encierro de Estudiantes sobre hombros cansados que ahora les toca cargar el peso del futuro.
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